sábado, 26 de febrero de 2011

EN EL JARDIN, HAY ALGO EXTRAÑO.




Había un rastro de sangre que iba de la entrada del jardín a la casa y se perdía entre las plantas del jardín de mi abuela.

Fui a jugar videojuegos a su casa con unos amigos. Mi abuela y mi abuelo vivían en una casa  gigante, que tenia el tamaño de toda la cuadra en la que yo vivía. Era una casa rectangular. Cuartos de toda utilidad formaban el perímetro del  rectángulo y en el centro de este, un rectángulo mas pequeño, pero mas grande que toda mi casa, se encontraba el jardín. Era un jardín  que tenia el doble de los colores del arco iris.  Plantas de todos los tamaños y  colores se unían majestualmente formando un increíble conjunto tan fascinante como misterioso. Tenia forma se circulo de un radio de quince metro. Alrededor de esta forma  flores de colores y pasto, habían crecido tanto que  me llegaban a la mitad del cuerpo, y estas eran las plantas mas pequeñas del jardín. Al centro conforme avanzaba, las plantas crecían y me cubrían tan alto como el triple de mi estatura. Este tamaño era consecuencia del descuido que le daba mi abuela y a pesar de esto, como ya he descrito, tenia un aspecto hermoso. Mi abuela, era aficionada a cultivar plantas extrañas, peligrosas y curiosas. Tenia plantas de cicuta, de amapola, orquídeas, mimosas, algunas carnívoras y la mayoría de estas  estaban abrazadas por lianas o enredaderas. Solo unas veces he llegado al centro, a unos ocho metros del perímetro hay unas plantas que suelta unas espinas y otras que raspaban con unas bolitas puntiagudas. Al centro del citado cúmulo de plantas hay una planta, orgullo de mi abuela, con forma una gran rosa, pero d un solo pétalo solo la forma por fuera, esta según me dijo mi abuela, era una planta carnívora nada abundante en el mundo y había pasado mucho tiempo  cuidando de ella. Se alimentaba de todo animal que estuviera a su alcance pero generalmente eran moscas, mosquitos o abejas que acudían al llamado de las flores que rodeaban a la colosal planta  veces mi abuela  también la alimentaba con algún ratón, ardilla o pájaro que moría en su morada. Cuando  vi a la referida planta por ultima vez fue alrededor de un año y en ese entonces mi abuela aun se ocupaba de su jardín. Después ya no le importo y se ocupo de su ultimo pasatiempo ir a las clases de coran que daba un viejo emigrante moro. Mi abuelo se la pasaba postrado en su cama por una enfermedad que le hace olvidar todo y mi abuela le contrato una enfermera porque estaba aburrida de cuidarlo, también a el.  Ese día fui a jugar a su casa, yo tenia  mi propia consola en casa pero mi abuela tenia un equipo especia  de simulación aérea, que compro especialmente para que fuera visitarla  mas seguido. Lleve a unos amigos;  Lizbeth, Saúl y Martín. Estos eran apasionados de los juegos de guerra y de pelea por lo que la característica especial de la consola de la abuela quedo obsoleta. Jugamos hasta tarde y mi abuela  que llego muy tarde  nos propuso que nos quedáramos hay. Al siguiente día Liz y Saúl se fueron a casa y Martín se quedo en vista de que era domingo y sus padres lo autorizaron. Hicimos toda clase de cosas y aun era temprano a la hora de la comida  fuimos a comprar comida chatarra y  comimos como nunca. En la tarde a las cinco Martín me dijo que nos metiéramos al jardín de la abuela. Accedí pero le dije que teníamos que cambiarnos de ropa o cubrirnos lo mas posible. No pusimos unas chamarras gruesas de piel de algún animal así como unos gorros de mi abuelo. Yo llevaba las tijeras de jardinero de la abuela por si se nos atravesaba algo, y entramos a la espesura de las plantas. Dejamos de caminar sobre las plantas pequeñas y entramos en las grandes que nos cubrían. Vii tantas plantas que apenas hoy las e identificado. En el suelo y enredándose en los tallos de largos y delgados árboles frutales, había varias especies de droseras, de varias formas. Orquídeas venezolanas y de otras procedencias se reproducían yacían bajo nuestros pies.  Pasamos inadvertidos y creo que agitamos una cicuta que se Estaba rodeada de otras de su especie como; ricino tovisco, adelfa y acebo. Aquellas flores coloridas nos parecían tan comunes. Algunas las tocábamos admirados de su belleza  recuerdo que Martín s coloco unas ramas d tuera  y de belladona en la cabeza y cuello.. Cortamos unas cuantas planas y musgos aglomerados que nos impedían  el paso. Cuando llegamos al centro no quedamos boquiabierto al ver la majestuosa planta que teníamos enfrente. Se llamaba nepenthes, pero no teníamos idea aquel momento. Estaba rodeada d droseras y androsas así como de byblis y catopsis. Aunque yo ya la había visto , me impresiono que estaba mucho mas grande y gruesa. La golpee y después el y al hacerlo se escucho y se  sintió como si tuviera una gran cantidad de liquido espeso y aunado a esto al hacerlo se desprendió un error terrible. Cundo la movimos  de reojo vimos que alrededor de nosotros había movimiento. Pero Advertimos que eran grandes tumultos de mimosa que reaccionaba al movimiento de la planta. Pero después de calmar nuestros nervios, de nuevo nos asustamos cuando la flor empezó a moverse convulsivamente. Se agitaba como si fuera un recipiente de que contiene agua hirviendo sobre la estufa. corrimos a toda prisa y cuando nos íbamos alejando  vimos que la planta caía con su hueco en nuestra dirección y percibimos que las plantas se movían de nuevo  y esta vez eran todas cuando salimos del área verde corrimos hacia la puerta de la casa. Martín llego primero y cuando tenia un pie adentro y uno afuera unas grandes enredaderas entrelazadas y espinadas sujetaron de los pies a Martín y lo arrastraron en la dirección opuesta a la que corría. Yo iba justo detrás de el y cuando  cayo  y fue arrastrado yo brinque su cuerpo y entre a la casa, impulsivamente, cerré la puerta de grandes cristales y a través de ellos pude ver que unos bejucos iguales a los que arrasaban a Martín se restregaban en lo vidrios, queriendo sin duda, arrastrarme de la misma manera. Después de unos segundos estas se replegaron mientras yo, absorto, contemple por el lapso de un minuto como las plantas del jardín de la abuela, se sacudían vigorosamente, después de este lapso, calma total. Mi abuela me dijo en una ocasión que algunos de los conejos, gatos, perros y demás mascotas que tenia habían desaparecido. También me dijo que nunca regaba sus plantas y que a pesar de esto, nunca se marchitaban..

SABINAS


En el pueblo se rumoraba que Carlitos había matado a su madre unos años atrás, pero nadie lo comprobó y ni siquiera se molestaron en hacerlo, pues tanto lo sospechaban, como lo dudaban y preferían seguir rumorando. El nunca había hecho daño a nadie en publico. Y ¿Porque  habría de hacerlo? Quizás el hecho de que sus facultades intelectuales fueran similares a las de un infante en la etapa del kinder garden lo justificaría. Desde que nació, su cerebro quedo tullido, por algo que le heredo su padre, que tenia una vida parecida a la de su vástago. Por algunos de los años de perdición que tuve en mi vida, lo frecuente mucho, y nos pasábamos largas noches teniendo conversaciones totalmente incoherentes, el hablando así  por su limitada  capacidad de comprensión y yo por los estragos que producían en mi razón, los vapores alcohólicos. También muchas noches dormí en su casa , única herencia familiar y único valor que poseía Carlitos.
Si alguno de ustedes visito Sabinas, de los últimos 6 años del siglo 19 al onceavo año  del 20 quizás vieron caminar por sus empinadas y/o angostas  calles a Carlitos y si no lo recuerdan, les ofrezco la descripción del mismo pues esta es especial y no he  visto a otra persona que comparta las características de este personaje. El niño nació pesando 5 kilos y conforme aumentaron sus inviernos se tornaba mas ancho y  pesado , hasta que, al alcanzar los 20 años pesaba mas de cien kilogramos. Esto lo pude suponer en una ocasión en que estando en el mohoso matadero de su casa  y al subirse a la pesa de gancho, donde pesan a los cerdos,  esta  cayo con todo y la biga que le sostenía. Esto claro era visible en su voluminosa figura, el estomago  era enorme, los brazos y las pernas también, las espalda también había crecido hacia el atrás casi tanto como la panza. Esto hacia que la cabeza pareciera hundida y los brazos más cortos. Por si fuera poco tenía una joroba  que hundía mas su cabeza hacia el frente y en esta lucia siempre una barba que simulaba tierra o mugre y que  yo me compadecía al cortar de vez en cuando. Sus ojos debido a la postura de la cabeza,  hacia parecer que siempre estaba enojado o acechante, y esta mueca no se desvanecía ni con las sonrisas permanentes que  emulaba. Por este sobrepeso caminaba  lento y arrojando los pies por delante  a cada paso , con un mal calculo de la distancia ya que no podía verlos.
Como el joven no tenia idea de lo que era los sistemas comercial, industrial y de servicios, no entendía que debía  trabajar para subsistir. Pero su madre batallo todos los días para educar a su hijo en este sentido y lo que consiguió  fue suficiente para garantizarle la subsistencia.
En 1910 surgió entre los pobladores de Sabinas y sus vecinos de Allende   una disputa por cierto asunto de tierras que pobladores de ambos municipios reclamaban. El asunto se calentaba con el desinterés que mostraban las autoridades ejidales. Los pobladores se desafiaban mutuamente,  luego comenzaron a atacarse con sus herramientas de trabajo y unos cuantos de los confrontados murieron a pico o machetazos, hasta que algunos soldados que querían ganar terreno  frente a los revolucionarios, aplicaron ley marcial en la comarca y los enfrentamientos se disiparon. Pero en los pobladores de ambos municipios surgió un cierto rencor hacia los vecinos y estos trataban de entrar en los terrenos de los otros. Este problema duro aun después de que Carlitos muriera. 
Hasta eso que  Carlitos entendía el sistema de trueque o por lo menos lo usaba bien  para ganar algo de comida preparada o víveres. Y lo que daba de intercambio  por estos eran diferentes frutos, verduras o semillas que robaba de los sembradíos de los vecinos allendenses. Estos últimos ya fuera por lastima, o caridad nunca le dijeron nada  sobre este punto y esto a pesar de que Carlitos iba diario a los sembradíos, y a diferentes partes. Podría vérsele en; Nava, Rosita o Juárez  y otros lugares, que tardaba en recorrer a veces todo el día y solo se le veía en el pueblo cuando repartía la cosecha entre sus conocidos.

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Un día, un día de julio, lluvioso y deprimente, me encontraba tirado en una de las entradas al pueblo, empedrada e inclinada, y vi como se dibujaba poco a poco , sobre la cima de la colinita que formaba la calle, la figura de mi amigo. Se dibujo lenta y claramente sobre el fondo nublado que se posaba sobre el pueblo. Me sentía desorientado, pero me di cuenta de que era demasiado temprano para verle a estas horas, y tambaleándome me puse en pie para esperar a que llegara al punto donde me encontraba. Como generalmente, hablamos algunas cosas ininteligibles que termine interpretando como una invitación y tome las pocas cosas que llevaba conmigo y le seguí hasta llegar a su casa. Durante el camino nos deteníamos gradualmente a  dejar los frutos que Carlitos llevaba en su carreta. Note que estaba mas llena que de costumbre, pues la lona que cubría su contenido estaba ocultando una especie de bulto, mas dado mi estado en aquel entonces, no le preste mayor atención. También vi que estaba mas pesada pues el tosco conjunto musculoso del hombre se tensaba mas al levantarle, por lo que pensé que había tenido una buena cosecha. Llegamos a la casa por la tarde y lo primero que  hice al llegar fue a tirarme  a un rincón que me servia de catre cada que dormía en aquel lugar. Me dormí, no sin antes distinguir entre el conjunto de sonidos rurales, el golpeteo incesante de pequeñas gotas, en el tejado de madera y tejas así como la sombra de Carlitos que se reflejaba en una pared de adobe, donde se había sumado la silueta de la carretilla de mi amigo, que la jalaba de espaldas.

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Desperté casi a la medianoche con los ojos hinchados y la cabeza palpitándome con brusquedad. El hambre se había agudizado y tenia mucha sed. Como no había mucho que comer o beber decidí ir con Carlitos, para que me acompañara a cortar plátanos del sembradío domestico de su vecino, mientras avanzaba con una gran similitud a la forma de Carlos; arrastrando los pies y con el pensamiento ocupado en otro asunto.
La casa de mi amigo, era un gran rectángulo con muros de adobe, ladrillo y otros materiales duros, con techo de paja, tejas y bóveda firme en solo unos cuartos. Tenia ya una antigüedad notable y los materiales con los que fue construida terminaban ya de perder consistencia. El traspatio, que era una forma irregular, desprovista de todo toque ornamental y cuya única  utilidad era la de albergar a los mosquitos y las ardillas que infestaban la colonia. También había unos árboles frutales , principalmente platanales, que habían nacido a raíz de la caída de algunos frutos de los árboles vecinos, pero que casi no florecían a causa dela ausencia de riego y otros cuidados que deben dárseles. También había otros árboles y arbustos espesos, que dejaban poco espacio libre.

La lluvia había arreciado un poco desde que me dormí y ya había goteras en el techo de la humilde casa, que caían en mi cabeza y hacían que mis sentidos se despertaran.
Deambule por la casa  que resulto estar vacía.  Por lo que supuse que Carlitos no estaba. Debió salir y quedar atrapado en la tormenta, pero me extraño ya que a parte de que no era una tormenta fuerte, este disfrutaba de caminar y lo que dentro de sus capacidades puede llamarse “correr” mojándose en las tormentas.
Iba caminando en la parte trasera de la casa, aun algo atontado por mi reciente despertar y los efectos de satisfacer a mis vicios, cuando pase por una ancha  y desgastada ventana sin vidrio o fibra y con el marco escarapelado en su mayoría y creí distinguir una figura humana, grotesca y  ancha a la luz de un rayo que había golpeado alguna superficie cercana. Sin duda era la de Carlitos. Enfoque lo mejor que pude la vista, pero mis ojos me pedían clemencia y descanso. Aun así distinguí que estaba haciendo algo que no alcanzaba a entender. Estaba hincado y su voluminoso cuerpo se contoneaba hacia todos lados. Mientras tanto yo me apresure a salir pero me detuve  unos pasos delante de la puerta, ya que la lluvia había aumentado su intensidad. Naturalmente yo había pasado muchas experiencias de este tipo en mi vida de vagabundo, por lo que avance en seguida  cubriéndome con las manos. Mientras me acercaba iba llamando a Carlitos para que entrara en la puerta, mas este no hacia caso y también emitía sonidos, que no eran palabras, si no mas bien gemidos  y cosas por el estilo. Llegue  en unos segundos  y no pude menos que lanzar una maldición al ver la  horrible escena. En el suelo  mojado y, por lo visto, poseído por un demonio, estaba Carlitos y debajo de el estaba una jovencita que no había hecho el menor movimiento.  Carlitos estaba abusando de ella. Lo pensé  dadas las circunstancias  en las que se desarrollaba la escena y el salvajismo que mostraba Carlos, que no se detuvo aun cuando yo estaba presente. De que descubrí aquel acto a que tire  con todas mis fuerzas, de espaldas a Carlos paso solo un instante. Cayo pesado en un charco que se había formado en la tierra y salpico a una buena distancia. Para ese momento ya estaba yo totalmente empapado y poco me importaba el estarlo mas. Inmediatamente después de mi última acción, me apresure a revisar a la joven que yacía inerte en el piso. Poco tiempo me llevo el darme cuenta de que estaba muerta y no atine en saber  si había muerto hace poco o ya tenia tiempo, pues el frió de aquella noche nos mantenía a todos con la temperatura reglamentaria de un cadáver. Aun así aplique algunas técnicas de primeros auxilios que mi padre, que era medico, me había enseñado en la juventud. Pero fue inútil. Voltee enfurecido y confundido a la vez hacia donde estaba  Carlitos, el cual,  apenas había cambiado la  posición que había adquirido al desparramarse y que me miraba  ausente,  cubriéndose de la lluvia de la misma forma que yo había hecho unos minutos antes. ¿Que hiciste?, le preguntaba vociferando enfurecido a lo cual solo recibía por repuesta la misma sonrisa idiota, que me dirigía al  contarle un chiste o hacerle una gracia. Corrí por una de las dos lámparas que daban iluminación a la casa  y lo acerque al cuerpo de la  muchacha. Creí reconocerla pero la oscuridad aun era dominante. No tenia marcas de golpes ni moretones, a pesar de que vi como Carlitos la agitaba bruscamente. Tampoco hubo rigidez postmortem y, como esta viene unas horas después de la muerte, supuse que esta vino y se fue antes de que la descubriera en las garras de Carlos. Aquello significaba que  la haba asesinado no menos de 10 horas antes, y entonces recordé la visión que había tenido cuando nos dirigíamos a la casa, la carretita pesada  cuyo contenido se abultaba. El pobre idiota anduvo por todo el condado con el cadáver de la joven. Suerte fue que no le descubrieran en alguna de sus paradas. Pero en esos momentos deseaba que lo hubieran hecho, así no me encontraría en esa encrucijada de pensar que era lo siguiente que haría o haríamos. Por un lado me decía a mi mismo que este  infeliz debía pagar por el horrible crimen que había cometido. Pero por otro lado me decía que no sabia lo que hacia y que hacerle pagar por eso solo seria terminar con otra vida inocente. Quizás mas culpa  tendría yo, porque, aun que me apene decirlo, varias veces de intoxicación que pase en la casa de Carlitos,  lo hice en compañía de una mujer, una prostituta  del pueblo que cobraba barato y cuyo trabajo era  observado por Carlitos con una detenida mirada. En mas no encuentro ninguna explicación de como el individuo  aprendió el procedimiento  del acto sexual y que lo hiciera de aquel modo tan aberrante. Como ya era tarde cuando descubrí esta escena no paso mucho tiempo cuando apareció el sol en el cielo que estaba cubierto por gruesas nubes que  impedían el alumbrado natural del paisaje. Junto con esto, seguía lloviendo y mucho. El ruido del choque  de las gotas  con el techo de la casa era ensordecedor y ya teníamos ya agua en nuestros pies. Carlos se había quedado dormido en una cama destartalada que no estaba lejos de derribarse debido al peso que sostenía y  yo mientras tanto seguía pensando en que iba a hacer. Ya estaba concluyendo mi discernimiento. Pensé en ocultar el cuerpo de la muchacha en algún cerro, para que no lo encontrara nadie. Aprovechando que la lluvia era intensa y la mayoría de los pobladores no saldrían de sus casas, desperté a Carlitos e hice que me ayudara a subir el  cadáver de la joven a la carretita en la que lo había transportado el día anterior. Nos cubrimos bien con  todo lo que nos pudiera proteger un poco de la tormenta. Parecía que no recordaba nada. Me hablaba de diversos asuntos como lo hizo siempre y se reía de vernos mojados completamente. Caminamos  por media hora por las calles empedradas, que se habían convertido en ríos poco profundos que arrastraban la arena que compactaba el empedrado y lo llevaba a la parte mas baja del pueblo. Ya no había una sola parte de nuestros cuerpos que estuviera seca y al poco rato quedamos al pie de una colina que era precedida por una larga fila de hermanas, que estaba cubierta  de árboles altos y esponjados. Por esta razón no pudimos llevar la carreta en el resto del camino así que, la ocultamos a un lado del sendero  y  puse en el hombro de Carlos el cadáver de la muchacha que no le representaría un gran esfuerzo  el transportarla. Yo tome una pala que había llevado y nos introdujimos en aquel pantano, que nos hacia muy difícil el camino debido al lodazal que  había creado la lluvia.
Salimos de la parte mas baja del terreno y entramos en una parte mas sólida, donde por lo menos pudimos  caminar con bastante lodo en nuestros zapatos, pero sin hundirnos  en la tierra. Toda la ropa que creímos nos iba a cubrir del agua nos había hecho mas difícil el avanzar y yo iba tirando alguna de esas prendas por el camino.
Carlitos  caminaba delante de mi y se encontraba en el estado de siempre aunque  balbuceaba algunas palabras que repitió por todo el camino, que expresaban su alegría por estar mojándose de pies a cabeza. El paso que llevábamos era lento, ya que  mi amigo avanzaba con su característica  forma parsimoniosa y yo no podía evitar desesperarme ante tal lentitud. Después de un largo rato  de caminata incesante siendo  flagelados por la lluvia intempestiva, llegamos a un terreno en declive el cual terminaba justo frente a nosotros en una pequeña barranquilla que no era mas alta de lo que resultaba sumar mi altura dos veces, pero que era peligrosa por que toda el agua que caía sobre la colina caía por ese lugar en el que nos encontrábamos, y arrastraba todo lo que su potencia le permitía, y ya en mas de una ocasión nos había golpeado  algún tronquito o alguna piedra, con el agua que nos llegaba a unos 6 centímetros en los pies  y  que se dirigían a las faldas  del cerrillo, para continuar con su travesía obligada.
Me gire rápidamente e indique a mi compañero que hiciera lo mismo. Así lo hizo mas cuando daba los primeros pasos uno de los troncos que arrastraba la corriente se coloco en medio de sus pies haciéndole perder el equilibrio. Dio varios pasos sin ningún orden y en todas direcciones  para intentar permanecer en pie, mas la corriente había demostrado una naturaleza destructiva y enemistante y  esta resbaladiza cualidad  provoco que Carlitos fuera  dar al suelo arrojando a cierta distancia a su lúgubre carga. El cayo y se quedo en esa posición por un momento, el agua le rodeaba y aunque era abundante  no tenia la meno posibilidad de moverle un palmo siquiera. No fue así con el cuerpo de la muchachita, que tan ligero como era, no  fue oponente para la salvaje fuerza del agua y callo por la barranquita sin que pudiéramos detenerle. En mis intentos por ayudar a mi compañero y estabilizar mis pies en el suelo, resbale y caí de cara en el lodazal que me dejo  café como el chocolate mas natural del pueblo, pero esto no duro mucho, pues al cabo de unos minutos la lluvia me había dado un vigoroso remojon que  borro cualquier rastro de este de mi cuerpo. Para nuestra mala fortuna, la pala se había zafado de mi mano y se había ido en la misma dirección que la joven. Para este momento Carlitos ya había reaccionado y estaba sentado en el suelo por lo que le pedí que  sostuviera uno de mis pies para que yo pudiera asomarme al fondo de la inclinación de la colina y así lo hizo.  Pude ver que  la joven yacía a unos seis metros de  nosotros y  su cuerpo no estaba en una posición de lo mas cómoda o decente pero el lodo la cubría en la mayor parte de su cuerpo.  Vi hacia los lados en el punto donde nos encontrábamos para buscar una forma  de bajar pero parecía que en el punto que nos encontrábamos se formaba una especie de balcón que a los lados de los pocos metros que abarcaba, se transformaba en una pendiente mas inclinada, llena de trampas y abundantemente resbaladiza. La pala  no estaba a la vista y aun si lográbamos bajar por el cuerpo de la muchacha seria un problema enterrarla en  aquel deslavado permanente. En el curso de mis apresuradas conjeturas, tenia mis manos apoyadas en el borde del corto precipicio, borde ancho y húmedo. En un momento sentí como caía al fondo debido a que uno de estos grandes trozos de tierra, humedecida hasta el limite y  debido a mi peso como segundo detonante, se precipito al fondo del cerro. Le grite a Carlitos que me jalara con todas sus fuerzas y en segundos estuve a varios metros del borde. Agitado y con  prisa ayude a mi amigo a ponerse en pie y en ese momento se me ocurrió una gran idea. No nos costaría nada de trabajo, pues la naturaleza que tan imposible nos había hecho el lograr nuestro criminal objetivo, seria la encargada de culminarlo.  Esto después de que vi en el lugar en el que estábamos  había unas grietas dispersas que tenían el suficiente potencial para hacer que aquel trozo de tierra se desgajara. Hice algunos tanteos y concluí que era lo mas seguro y que al caer el cuerpo de la muchacha quedaría sepultado tras gruesas capas de lodo. Para asegurarme de que así pasaría pedí a  Carlitos que me ayudara a hacer rodar sobre el sitio un gran tronco que estaba a nuestras espaldas y no sin varias caídas logramos hacerlo.

La tarde ya estaba entrada cuando logramos  aproximarnos al camino que  llevaba al pueblo, después de llevar a cabo las acciones que he descrito. La tormenta que no daba tregua, se había reabastecido  con gruesas  y oscuras nubes que apresuraban la  oscuridad de la noche, que tendría que llegar horas mas tarde, y ayudados por esto, caminamos hacia la casa de mi amigo. Llegamos a dicho lugar y de poco nos valió ya que esta estaba totalmente húmeda y el agua entraba por el techo, las ventanas y  todos los demás espacios, de modo que mi desgastada ropa de repuesto estaba completamente mojada. No había nada para comer en  casa y de nuevo cruce el patio, que estaba en las mismas condiciones que los cerros,  para robar algunos frutos de los árboles del vecino.  Luego de comerlos con prisa dormimos como pudimos, aun con hambre y  frió.
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El día siguiente fue uno de esos días en los que el estomago parece revolverse  generando una sensación  entre el dolor, las nauseas y demás malestares propios de una enfermedad infecciosa. Esto esta acompañado  de una sensación de tensión indefinida que nos hace ver todo lo que percibimos de una forma silenciosa y lenta. Seguía lloviendo. Nada comparado con el día anterior pero aun era lo bastante molesto, por lo menos para mi,  después del baño que me había dado en la víspera. Los  malos olores que  genera la humedad en las casas viejas, llenas de antiquísimos objetos, era insoportable allí adentro y las goteras se habían multiplicado en todos los cuartos.
Nos levantamos poco después de las nueve de la mañana,  un tanto tarde para el promedio y lo atribuí a el excesivo cansancio que había en nuestros cuerpos por la rutina pasada. En realidad Carlitos se levanto antes que yo y fue el con sus balbuceos y el intento por no hacer ruido el que me devolvió a la realidad. Ya he descrito mi estado de animo en aquellos momentos, en los que se fundían en  mi los sentimientos de remordimiento , angustia y culpa que había ganado gracias a mi entonces mejor amigo, que estaba tan despreocupado como en cualquier mañana y listo para empezar su dia ya que el no hacia tanto caso a la lluvia. Le oí alejarse seguramente a recoger su carretita con pasos pesados, que hacían explotar a los pequeños charcos de agua sobre los que golpeaban, mientras yo me sorprendía de mi mal olor personal y despegaba mis largos cabellos, todavía un poco húmedos, de mi cara desgastada por los años de vicio.
En esto estábamos entretenidos cuando escuche unos golpes huecos, tarde unos momentos en comprender que tocaban a la puerta y mi corazón dio un vuelco estrepitoso. Aunque estaba acostado me maree. Veía como el techo de tejas  giraba sobre mi. Los golpes eran cada vez mas sonoros sobre la puerta de madera bofa. Yo no podía levantarme y Carlitos no estaba a la vista y con seguridad el no escuchaba el sonido hasta donde estaba. Por fin, haciendo de tripas corazón, me puse en pie y abrí la puerta, esperando que un puñado de policías me saltaran encima y me llevaran a la cárcel. Si hoy la policía deja mucho que desear, en aquellos años  no podría llamársele policía de acuerdo con las leyes actuales y el trato que daban a los sospechosos o culpables era propio de la época de la inquisición.  Voltee hacia el patio y vi que por el pasillo que esta alineado justo al frente de la puerta mi amigo y hospedador se dirigía con su característico caminar.  Quite el rustico cerrojo y divise ante mi la figura de un hombre, un solo hombre que traía consigo de algo que yo conocía.

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El hombre era un campesino a toda vista y aunque su apariencia era de lo mas humilde, no rayaba  en lo desaliñado y la suciedad, ese limite que yo había pasado mucho tiempo antes. Carlitos parecía conocerle ya que en los instantes en que yo intentaba recuperar el aliento el había entablado una enrollada conversación que yo  no podía seguir y a la que el hombre, con mucha paciencia, respondía con una sonrisa a las mal pronunciadas palabras que le refería. Al instante me reproche semejante falla. ¿Como había podido olvidar la carreta? Me golpee a ambos lados de la cabeza en las sienes con la respectiva mano e hice un nuevo repaso por los detalles de nuestros actos en busca de errores. Recordé las prendas que había tirado en el camino y pensé en si era posible que alguien las relacionara conmigo pero concluí que era poco probable y además de esto parecía ser que ya no había mas fallas. De todas maneras desde aquel momento, en mis vagabundeos cotidianos, me acercaba a las cantinas del pueblo y de los pueblos cercanos para averiguar si alguna familia reclamaba la ausencia de la niña. Y al tercer día de mis pesquisas obtuve cierta información.
Resulta que la muchacha, que se llamaba Ana, era muy conocida por los hombres de aquellas cantinas ya que las frecuentaba mucho, aunque no tomaba. Yo la conocía y solo entonces tuve un sentimiento  mayor de arrepentimiento. Era una joven coqueta que gustaba de acompañarse de hombres mayores y a la que había visto en muchas cantinas a horas poco comunes para una señorita. Más de algún muchacho se adjudicaba el ser novio de la chica y a pesar de su mala fama, y como suele suceder, sus familiares la creían una dulce niña que solo salía a realizar los encargos que le hacían y a ayudar con las parcelas y el ganado de su padre. Por esta razón sus padres la estaban buscando por toda la comarca y traían consigo una buena  cantidad de amigos de la familia, pues no era normal que ella hiciera eso, y menos se acostumbraba que las muchachas se fueran con el novio y luego volvieran a pedir perdón a sus padres, como ahora se hace en los pueblos, si no que el procedimiento era totalmente inverso. Casualmente resulto que la joven era del vecino municipio de Hidalgo y empezaron a florecer las sospechas, por parte de los hidalguenses, de que la muchacha había sido raptada o asesinada por habitantes de Sabinas en un nuevo ataque de los que se lanzaban los unos a los otros. Para mi malestar, de nuevo volvió a ocurrir algo que vino a terminar con mi confianza y me hizo temer que nos dirigirían a la horca. Unos 5 días después de que enterramos el cuerpo de la joven Ana, un campesino de Sabinas que se dirigía a quitar la hierba de sus plantas, paso por el lugar donde debía estar el cadáver de la joven. Pero no estaba allí, sino 50 metros abajo con la mitad izquierda de su delgado cuerpo, ya en vías de la descomposición, sumergido en el lodo endurecido a falta de la lluvia  que se había alejado del pueblo después de la fuerte tormenta que nos había tocado vivir en todo el tiempo que duro. Inmediatamente dio aviso a la policía y a los minutos el lugar estaba lleno de curiosos y yo entre ellos. El estado de aquella pobre muchacha me remordió y a la vez me dio algo así como coraje hacia quien le hizo aquello, y mas que el que lo hizo ni siquiera lo recordaba. No hubo ningún estudio a fondo, ya que no había todavía técnicas de investigación y el agente encargado, un hombre quemado por el sol de pronunciado bigote camisa desabrochada a pesar del clima y notable educación castrense, solo hizo un análisis de las heridas y luego ordeno que entregaran el cuerpo a la familia para que lo enterraran inmediatamente.


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Parecía que dios entendía a Carlitos y me apoyaba en el intento de evitar que le castigaran por lo que había hecho. Esto lo pensé felizmente, después de  convencerme de que el investigador del caso era un completo incompetente que ni siquiera se dio cuenta que no había sido asesinada en aquel lugar y fallo completamente en el diagnostico de la causa de muerte, quedando convencido que le habían disparado en la cabeza. Con el cuerpo enterrado ya no habría ninguna pista que analizar y solo se dedicarían a interrogar a los misóginos de los alrededores. Desgraciadamente esto no quedo así. En los días posteriores al encuentro del cadáver, los familiares exasperados ante la ineficacia de las autoridades, se pusieron ellos mismos a indagar sobre el asunto. Al poco de investigar terminaron por convencerse de que alguien o algunos habitantes de Sabinas, eran los asesinos de su hija. Esto reavivo las antiguas querellas entre los dos pueblos y con esto las peleas y riñas colectivas, en las que nuevamente intervino el ejercito.  Pero nunca se aliviaron esas enemistades entre lo dos pueblos y aun los descendientes  actuales llevan esa  mecha detonante que se prende ante la mas leve provocación, voluntaria o involuntaria del pueblo vecino.

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Nunca se descubrió quien mato a Ana y como yo soy el único que lo sabe, les puedo asegurar que nunca se sabrá. Yo salí de aquel lugar unos meses después, al estallar la revolución y solo volví 20 años mas de tarde, ya como un profesionista entrado en la tercera edad. Años antes cuando regrese a la capital donde radicaba mi familia, mi madre ya había muerto y mi padre, chocho, me recibió como al hijo prodigo y me motivo a terminar mi carrera universitaria, medicina, cosa que hice y a los 36 años me gradué de la facultad, especializado en traumatología. Lo ultimo que supe de mi amigo Carlitos es que fue fusilado en Sabinas junto con otros pueblerinos, acusados de formar parte de la división del norte. Pero obviamente no fue así y esta acción solo fue una treta común de los militares para reportar  al presidente el  avance del ejército sobre los rebeldes.
Todavía recuerdo el cuerpo inerte de aquella niña, tan vilmente asesinada y me pregunto si en realidad la madre de Carlos corrió con la misma suerte.  Nunca he pedido ser santificado,  pero ruego a dios que tome en cuenta mi arrepentimiento y perdone mi participación en aquel ultrajo, del cual he podido escapar de la justicia de los  hombres.



lunes, 14 de febrero de 2011

TRES TUMBAS

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Vine a Cómala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dar gusto conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas

Leía mientras el tren avanzaba por la llanura rumbo a Galicia un pueblo pegado a la sierra. De vez en cuando hago viajes alrededor del mundo en busca de lugares y sucesos misteriosos, unas dos o tres veces al año de hecgo. En esta ocasión no salgo del país y viajo a doscientos kilómetros de mi ciudad, Guadalajara, a este lugar que ha acaparado las portadas en las revistas esotéricas y de misterio. 
Era junio y el temporal de lluvias empezaría de un momento a otro pero me quedaría máximo dos semanas, mínimo una en aquel lugar. Deje rápidamente Pedro Páramo par leer el resumen de los acontecimientos de Galicia, esto después de que anunciarón que llegábamos en 2 paradas. Se trataba de una autentica historia de terror que había comenzado dos años antes: era abril de 1988 y en la comandancia de la policía del pueblo se encontraban tres hombres de veinticinco años y afuera de esta un grupo de unas treinta personas arrojando piedras a la fachada. Algunos hombres traían armas. Querían que les entregaran a los hombres de adentro para matarlos. Uno de los acusados llamaba José otro Ricardo y el otro Carlos. Los acusaban de haber violado y asesinado a dos muchachas de 15 años que aparecieron muertas en la cumbre de una colina, entre unos arbustos secos y con la cabeza destrozada con lo que dijeron fue una piedra. Cuando consiguieron sacarlos de la comandancia los colgaron en un árbol en la plaza, no sin antes golpearlos hasta el cansancio con piedras, ladrillos y todo lo que tenían a la mano; cuando les pusieron la soga estaban prácticamente muertos y cuando ya estaban muertos la policía quizo descolgarlos pero de nuevo lo impidieron los pobladores. Después de tres días los verdugos decidieron descolgarlos y enterrarlos pues empezaban a apestar, pero no los enterrarían en el cementerio si no que se los llevaron a un cerro y cavaron 3 tumbas verticales de unos cincuenta centímetros de ancho y 3 metros de profundidad, los sepultaron cabeza abajo y disimularon toda señal de que habían sido enterrados, para que nadie supiera nunca de la existencia de aquellas tumbas. Deje de leer mi expediente porque había terminado el viaje. El objetivo de mi viaje era reunir indicios o evidencias de las crónicas que los lugareños cuentan desde que pasaron los sucesos antes narrados. De vez en cuando le envió algunas investigaciones a la UdeG y de estas algunas las publican. Las calles eran angostísimas en el pueblo, por eso los carros, los pocos carros, se quedaban en la periferia. Parecía un pueblo del viejo oeste estadounidense al estilo mexicano: Las viejas casas derruidas eran de adobe , ladrillo y carrizo y estaba rodeado por un gran anillo de cerros y colinas. Los habitantes de dicho lugar estaban pasando de la vestimenta rural a la antigua moda urbana. Mi presencia no paso inadvertida conforme avanzaba por el empedrado las miradas se distraían del tejido de lana, el balón de fútbol, los valeros, la baraja en las cantinas y la ausencia senil. Pasada la primera impresión todos continuaban con su rutina. Pregunte por una posada o un hotel y me dieron la dirección de una casona donde rentaban cuartos. Me dieron, mejor dicho escogí, un cuarto casi victoriano pero era agradable había unos veinte cuartos y había solo nueve ocupados. Me familiarice con el lugar y tome un descanso. Seguí leyendo mi expediente.

No había servicio de comedor en el lugar por lo que salí por la noche a buscar un puesto de comida En la plaza había un lugar donde hacían comida típica. Después internarme en los cerros y las colinas, iría en busca de tres tumbas y tres cadáveres. Terminando de cenar me dirigí a la estación de policía y pase por la plaza donde había unas cinco personas y me encontré con la estación cerrada y ni un gendarme a la vista. Mejor me fui a dormir. Al día siguiente la comisaría estaba abierta y un oficial me llevo con el teniente.

-Soy investigador de la universidad de Guadalajara y vengo a investigar el caso de las visiones de los pobladores me puede facilitar información señor..

-Arteaga, Carlos Arteaga.

-Teniente Arteaga puede darme la información que le pido...?

-Bueno antes que nada me gustaría saber que clase de investigaciones hace usted -dijo el teniente mientras se reclinaba en su silla.

-Bien, de todo tipo -dije-, pero me interesa desenmascarar y descubrir los mitos y creencias absurdas que se cuentan por hay...

Me miro y con un gesto de evaluación continuo;

-Debo decirle que yo no creo en todas esas tonterías de los fantasmas, yo creo que es algún ladrón que trata de asustar a los ganaderos y así por robarse el ganado que dejan

-Y entonces los animales muertos, salvajemente cercenados -Interrogue.

-Es algo que aun no he podido esclarecer.

Me contó la historia casi como el reporte que yo había leído hace un rato salvo por aclarar que el había llegado un mes después de los asesinatos y por lo tanto el me contó lo que a el le habían contado.

-Bueno es todo lo que necesito, solo quería corroborar la historia.

-Y que piensa hacer ahora, ¿volverá a la capital?

-No para nada quiero ir a recorrer los cerros en busca de las tumbas, solo pediré una referencia de alguien que sepa del lugar ya que creo que nadie desea acompañarme.

-Yo lo llevaría si supiera pero no es así he recorrido todos los cerros en varias ocasiones y nunca he visto nada de tumbas ni de muertos salvo los animales además debo estar en la estación toda la semana.

-No hay problema-concluí.

Me despedí del policía y me dirigí a mi improvisada dirección analizando lo que había averiguado sobre el caso.


El asunto estaba así, después de los asesinatos de las niñas y las ejecuciones de los asesinos los habitantes del pueblo enterraron los cadáveres en una colina de la sierra y borraron las señales del entierro. Unos meses después los ganaderos que llevaban a pastar a sus animales al cerro reportaron que habían visto que su ganado estaba siendo devorado por algún depredador. En una ocasión un grupo de granjeros se dirigieron armados en búsqueda de dicho animal para que dejara de devorar a sus reces. Volvieron unas horas mas tarde corriendo como alma que lleva el diablo y algunos estaban heridos. Relataron que habían visto como Carlos uno de los hombres ejecutados, los atacaba con rabia y había matado a golpes a un capataz que los guiaba. En los meses que siguieron hasta el día de hoy han sido atacadas varias personas y se ha perdido mucho ganado. La gente del pueblo piensa que es una maldición que el demonio ha poseído el cadáver del muertito para atormentarlos. En lo personal creo que es posible que haya zombis como se los conoce a los muertos vivientes, esto debido a experiencias que han tenido algunos colegas en otras partes del mundo, como Haití y Riga. Lo seguro es que la gente ha dejado de caminar por los cerros y colinas y hay pocos valientes que se aventuran a hacerlo.

Decidí adelantar mi salida prepare todo lo necesario para mi recorrido, estaría dos o tres días haya en lo que recorro todo el cinturón de cerros. Prepare mi ropa, un cuchillo, mi casa de campaña, un cuchillo utensilios, mi cámara y mi arma, un fusil MP-40 un arma muy poderosa para un civil pero me gustaba llevarla en mis excursiones y utilizarla para la caza, aunque debía cuidarme de la policía. Partí a las dos de la tarde del miércoles y esperaba estar de vuelta el sábado por la tarde o la mañana. Subí por una vereda que ascendía hasta llegar a unos cincuenta metros desde hay se podía ver muy bien el pueblo entero y tome unas fotos. A parte de mi investigación sobre los mitos populares pensaba tomar algunas fotografías de la fauna y la flora del lugar así como del pueblo y sus paisajes para el libro de un amigo sobre la geografía nacional. El cielo estaba nublado lo que me permitió avanzar rápido aunque me costaba trabajo hallar un camino entre los matorrales secos y altos ya que no había veredas marcadas por el constante pasar de caminantes. Descendí en una colina que me bloqueo la vista del pueblo y no volvería a ver dicho paisaje hasta que culmino mi viaje.


La noche llego y tuve que hacer mi primer campamento debajo de una gran pared de una roca abrazada por viejas raíces de árboles gigantescos. Cace un conejo y lo prepare para mi cena. El lugar era muy bueno ya que se observaba una caída de rayos a lo lejos y la inclinada piedra me cubriría de la lluvia por si caía. El disparo de mi rifle ahuyento a los animales de la zona y se oía apenas el silbido de unos grillos. Me quede mirando al cielo después de la cena y me venció el sueño, poco después desperté y me envolví en mi casa de campo, después de apagar la fogata. Me desperté a las siete de la mañana y comí lo que había quedado del conejo y partí a las ocho. Por el camino encontré algunos esqueletos de vacas y a unos quinientos metros de mi campamento encontré un caballo que tenia poco de muerto. Presentaba múltiples contusiones y la cabeza estaba totalmente destrozada no se distinguían ni ojos ni boca, Tome fotografías y grabe una narración de cuatro minutos sobre lo que veía. En el camino que siguió se percibía el olor putrefacto de otros animales muertos. Entonces era cierto lo de los animales. Una sensación de miedo irracional que percibí vagamente me hizo prepararme para algo que esperaba inconscientemente. Saque mi fusil y llene los dos cargadores que traía conmigo y anduve un tramo de mi camino con el arma en mis manos y el dedo en el gatillo, que se separa en algunos momentos para tomar fotografías o beber agua. Me sentía como un soldado en Vietnam, buscando o siendo acechado por el enemigo. Llegue a una barranca de unos veinte metros de altura y tome unas fotos del paisaje que contribuía a formar. Cuando termine me voltee para seguir caminando y de pronto sentí que algo sujetaba mis pies intente zafarme y conseguí caer de espalda y rodar a lo largo de la barranca que me golpeaba en cada vuelta que daba.


Desperté a las cinco de la tarde estaba en el fondo de la barranca con cada parte de mi cuerpo adolorida. Mi vista estaba nublada y no podía ver a mas de cincuenta centímetros voltee hacia atrás y solo vi a una flor blanca y en el fondo solo distinguía una mancha difuminada del color de la tierra seca y de plantas marchitas. Poco a poco me recupere hasta ponerme en pie y buscar las cosas que había tirado durante la caída. Encontré la mochila con mi tienda y mi rifle a unos metros recordé que algo me sujetó y rápidamente me dirigí a la cumbre de la barranca apuntaba el cañón hacia adelante. Llegue a la cima y no había nada mas que ramas secas que crujían a cada paso que daba baje el arma y me dedique a buscar huellas o marcas en el suelo solo había algunas ramas aplastadas por mis pasos descubrí la raíz de un huisache que estaba a un lado de donde estaba yo, entraba y salía de la tierra como la agarradera de una canasta. Me sentí aliviado y avergonzado de que esta raíz me hubiera derribado sin siquiera moverse. Camine un poco después de este incidente. Pero no pude mas que unos cincuenta metros y decidí acampar hay.


El lugar era un camino de árboles en dos líneas paralelas dónde las copas de estos árboles se inclinaban la una hacia la otra y se abrazaban vigorosamente. Esa noche comi pato; case dos porque quedaba muy poco con el impacto de la bala. Esta vez no apague la fogata porque la lluvia lo hizo. Mi cálculo sobre la protección que me ofrecerían las copas de los árboles no fue tan acertada. Para mi satisfacción la casa de campaña que tenia era muy resistente y tenia varias capas para impedir el paso de cualquier sustancia y algunas cosas.. Siempre me gusto ver la lluvia caer y el olor que desprende cuando cae en tierra un olor que me recuerda mi infancia. Lo malo de esto mismo es que es difícil y molesto caminar en el lodo que se produce, como sucedió en esa ocasión. Cuando desperté la gran piedra en la que se cubría mi casa solo estaba un poco húmeda pero todo fuera de esta estaba lleno de lodo. El peso que cargaba me hacia hundirme en el lago de lodo recién creado, a pesar de que mis botas eran largas en algunas zonas el lodo cubría casi la mitad de estas. Mas o menos al medio día el agua empezaba a evaporarse y el suelo se fue endureciendo me detuve, al ver unas huellas en el suelo. Eran de pies humanos sin duda descalzos, y lo curioso es que no eran normales. Quiero decir qué las huellas que yo iba dejando a mi paso eran rotundas el pie quedaba estampado y yo levantaba la pierna para dar el siguiente paso. Estas huellas se unían. Como si quien las hizo fueran arrastrando los pies. Seguí las huellas empuñando mi fusil me pareció ver como a unos trescientos metros se movían unos matorrales. También prepare mi cámara aun me quedaban algunas baterías. Llegue a un terreno cuyo suelo estaba cubierto por grandes rocas blancas en donde se perdía el rastro de las huellas del otro lado a unos cien metros en línea recta no había indicio de huellas y no supe hacia que punto se dirigía. Llegue a una explanada rodeada de pequeñas colinas y que en el fondo tenia un pequeño lago. Al rededor del estanque vi a lo lejos a unas vacas y caballos en toda la zona había huesos de distintos animales y distintas partes del cuerpo.


Mi cuerpo se paralizo por un momento cuando a lo lejos vi una figura que se movían torpemente dirigiéndose a la espesura del cerro. Iba casi corriendo, en un momento pensé que me acerque demasiado ya que podía escuchar los sonidos que emitía. Era una combinación indescriptible, la compare con la voz que emitía el señor Valdemar en el cuento de Poe, pero no era articulada ninguna palabra solo eran ruidos que salían de sus cuerdas vocales al contraerse. El ruido seso. Los pasos se detuvieron y yo di dos más antes de percatarme de esto. Empuñe mi arma pensando que me había descubierto. Estuve así por uno cinco minutos, después de estos, me di ánimos para avanzar un poco, me dije a mi mismo -No seas tonito seguramente lo perdiste y te estas atrasando mientras el se aleja mas de ti. Avance y di solo diez pasos cuando volví a detenerme en seco. Esta vez había una causa muy sólida. En el suelo, delante de mí, estaba el cuerpo de un hombre desnudo cubierto por toda clase de mugre, tierra, lodo y demás. Estaba de espalda tendido en un charco de lodo de donde salían algunos juncos. Debe ser un hombre herido que corría creyendo que le perseguía, pensé mientras tomaba unas fotografías. Solo decidí actuar después de unos minutos y lo hice pensando que si no lo ayudaba moriría.

-Necesita ayuda.-Dije varias veces, pero no obtuve ninguna respuesta. Pensé en moverlo y así revisar sus heridas. Cuando lo voltee me di cuenta que no podía haber corrido con las lesiones que tenia. Su corazón no palpitaba, tenia una marca de ahorcamiento en el cuello y su cabeza tenia varias heridas. De reojo me figure ver su cerebro y cuando lo examine vi que había gusanos moviéndose. Tuve un impulso de vomitar. Pero algo estaba mal. A pesar de esto y que obviamente estaba muerto y en descomposición no había olor, los cadáveres desprenden un olor inconfundible y yo lo conocía pero este hombre no lo tenia solo percibía el hedor que desprende el lodo después de un tiempo que no se seca. Pensé en amarrarlo y llevarlo conmigo al pueblo pero estaba demasiado pesado. Seguí pensando mientras le tomaba fotos. Colgué la cámara en una rama para poder hacerlo. Lo ate de pies y manos y lo amarre a un árbol con una soga. Quería tomarle fotos y si era posible un video de el en movimiento. Cuando creí que estaba bien sujetado tome mi arma y lo golpee tan fuerte como pude con la culata. Después le arroje piedras y no pasaba nada. Su piel se rasgaba y se cortaba como cualquier otra pero no sangraba. Lo patee y le pegue con mis manos con todas mis fuerzas. Era como golpear a un cerdo o algún animal muerto. Sus facciones estaban perdidas en la mascara retorcida que le hicieron cuando lo mataron pero en parte se distinguían. Había sido un joven de unos veintiocho años blanco y tenia una nariz respingada. Hice todo cuanto pude y no había ningún resultado. Decidí esperar a ver si sucedía algo. Pensé en acampar pero no me gustaba la idea de dormir junto a el. Espere sentado un rato y luego deje mis cosas ahí salvo mi cámara y mi fusil y fui a tomar unas fotos a un peñasco que vi atrás. Mientas estaba tomando las fotos a unos cien metros de distancia escuche unos alaridos y corrí inmediatamente al lugar conforme avanzaba escuchaba cada vez mas los sonidos mas a lo lejos. Cuando llegue las cuerdas estaban rotas e inmediatamente emprendí la búsqueda en varias direcciones pero no le vi más. Recogí mis cosas y busque un lugar para acampar. Cuando recogí mis cosas percibí un olor pútrido que me recordaba a muerte. Llegue a la cúspide de una colina en donde había un encino perenne. En las faldas de esta había un pequeño rió que se iba haciendo mas ancho a lo lejos contrario a la perspectiva. Había rocas que parecían haber sido puestas en orden para que las personas pasaran pero por debajo eran enormes y no creo que alguien pudiera moverlas. Deje mis cosas arriba y baje para secarme el sudor y limpiar mis botas. Eran las cinco de la tarde pero el cielo nublado quitaba un poco de claridad. De manera que el ambiente cerca y lejos estaba en una tonalidad sepia. Me limpie las botas que traían como un kilo de lodo cada una. Me limpie la cara y cuando estaba inclinado en la orilla del lago mi cara se reflejaba en el agua cristalina y en la otra orilla vi la silueta ondulante del hombre que me miraba fijamente.

Sostuvimos la mirada por un momento que me pareció una eternidad, como si el tiempo se detenía, pero no pasaron ni cinco segundos. Sus ojos eran verdes o cafés no lo distinguí a pesar de que estaban dilatados. Mi primer impulso fue apuntarle con el rifle y cuando se arrojo hacia mi dispare en repetidas ocasiones le di en el pecho y una bala le dio en la cara en el pómulo derecho destrozándolo, caía sangre y una masa purulenta mientas corría tras de mi. Me di cuenta que estaba corriendo paralelo al rió y no podía competir con mi oponente corría con admirable potencia y lo que me daba ventaja era que se arrojaba en varias ocasiones intentando alcanzarme Pasaron unos cinco minutos así y calcule que había recorrido casi un kilómetro. Voltee en un impulso hacia el rió y vi un puente colgante. Unos veinte metros adelante di vuelta en U y caí cuando me agarro el pie con sus uñas quebradas, lo patee en la cara y corrí lo mas rápido que pude hacia el puente. Era un viejo puente de carrizo y bambú. En esa parte del rió el ancho era de unos quince kilómetros. Los soporte de los lados estaban casi cayéndose y los peldaños cayéndose salteados a cada paso, yo me caí una vez y el casi brincaba así que callo en varias ocasiones Llegue unos diez metros adelante y lo vi sosteniéndose de un peldaño intentando subir lo primero que hice fue sacar mi videocámara mientras pateaba los troncos que sostenían el puente. Una parte del lente se había quebrado en la carrera Pero funcionaba bien. Tome un video de unos trece segundos en toda calma y después deje grabando en el suelo mientras záfaba los sostenes del puente. Volví a grabar mientas el puente y el caían de unos diez metros.

Me concentre tanto en conseguir una buena toma que tarde en percatarme que salía del agua e iba en mi dirección. Dispare en varias ocasiones y veía como desprendía pedazos de carne pero no lo detenía. Subí a una colina y me disfrace entre la maleza, marchita pero húmeda y llene los cartuchos hasta donde pude solo conseguí llenar la mitad de uno, doce balas. Sabia que tenia que acabarlo en seguida o el me mataría. Comenzó a caer una brisa que hizo el ambiente mas espeso. Temblaba de ansiedad mientras pensaba que hacer. Voltee a mi alrededor y vi una meseta de roca blanca que estaba inclinado eran unos veinte metros de bajada en mi dirección. Había un tronco gruesísimo a un costado de hay. Al verlo supe que se usaría como soporte para otro puente para el rió, ya que al fondo de la roca había otros dos troncos similares unos veinte metros había de separación del rió y hay había profundos hoyos rectangulares. No era una coincidencia que estuviera allí, arrojarlos por el empinado suelo de roca ahorraría mucho trabajo a los constructores. Y me dio una idea que se le ocurriría a cualquiera que tuviera estos componentes. Haría que el hombre subiera en mi dirección y arrojaría el tronco y así lo aplastaría. Si eso no lo detenía no lo haría nada. Con todas mis fuerzas coloque el tronco en la posición adecuada y baja por la roca observando que no me cayera el tronco a mi mismo. Desde que deje de grabar hasta que bajaba por la empinada roca pasaron unos seis minutos. Aun no llegaba a la orilla del rió ya que la corriente estaba en sentido contrario a el. Le vi a uno cuarenta metros y cuando salió le dispare para asegurarme que me viera. Apenas salió comenzó a correr hacia mi. En cuanto esto pasó yo corrí cuesta arriba. Los dos corríamos a toda velocidad y cuando yo llegue a la cima el se encontraba a unos veinte metros. Olía horrible conforme se acercaba el olor se hacia mas penetrante y parecía mejor no respirar. Tuve tiempo de mirarlo cuando ya estaba detrás del tronco. Le faltaba la parte del brazo derecho del codo hacia abajo y tenia un agujero e entrada y salida en el pecho producto de los disparos que atine en el rió. Estaba completamente desnudo, esa imagen en cualquier otro día habría provocado una mezcla de impresiones, entre estas el pudor y el horror, pero hoy no. Estaba a diez metros y estaba paralizado por algo ajeno al miedo. Cuando me decidí a empujar, me detuvo otra cosa una piedra levantaba por unos diez centímetros y resultaba demasiado peso para levantar sin una palanca. Creí que era el fin. Tome mi arma dispuesto a hacer lo restante para defenderme., pero también me prepare para recibir una rabiosa envestida Pero no tuve que disparar ni una sola bala ni dar un solo paso. Al otro lado del tronco a menos de dos metros de mi el sujeto había caído en seco sobre la roca La excitación de hacia unos segundos me detuvo por un momento pero inmediatamente después de esto corrí a ver lo que había pasado. Lo vi desde tres metros de distancia, no tuve mas agallas para acercarme a el. Había visto esta conducta de su cuerpo y deduje que volvería a ponerse en pie dentro de poco tiempo, así que determine seguir el plan como lo había pensado. Conseguí una rama bastante sólida para empujar el pesado tronco cuesta abajo. Tome fotos antes y después de hacerlo y las posteriores fueron extremadamente macabras. Su cuerpo quedo completamente aplastado con sangre color guindo saliendo en salpicadura.

Sin perder tiempo arrastré el cuerpo a la tierra. Fui a recoger mis cosas a donde las había dejado y de entre ellas saque mi cuchillo y con este desmembré el cuerpo en cada articulación y coloque los restos en un viejo costal que encontré tirado. Conforme avanzaba, por el camino fui dejando los restos lo mas separado que pude, la cabeza la tire al rió, las manos las enterré en las guaridas algunos osos hormigueros. Así fue que llegue al pueblo a las doce de la noche, aunque llegue por el lado opuesto a donde salí. Al siguiente día me desperté a las dos de la tarde. Había perdido el único camión que me llevaba a la estación de trenes así que después de bañarme. Fui al centro del pueblo por una comida digna, casualmente en la fonda encontré al teniente Arteaga comiendo y tuvimos una charla de la cual resulto un dato que no sabia; los hombres que fueron asesinados y a los cuales busque eran hermanos.

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Después de esta charla con el policía, me dirigí a la casa de la señora Victoriana Moran, madre de “Los Moran”, como eran conocidos los ejecutados. La casa de la familia era un cuarto de cuatro por tres metros o lo que quedaba, pues según me dijo unos sobrinos suyos se quedaron con la mayor parte de la casa que media unas veinte veces mas. Era una mujer grande de unos sesenta años, y hablaba de forma confusa y agresiva. De lo que saque de la entrevista, me dijo que su esposo había muerto hace un año de una picadura de cascabel. Me reitero en varias ocasiones que se había cometido una injusticia con su hijo. Solo lo decía por Carlos que según ella no tenía nada que ver con los crímenes.

-Los otros cabrones se lo buscaron, pero el no hizo nada.


Me dijo que el día antes a que los mataran ella mando a Carlos a buscar a sus hermanos porque ya era muy tarde y le dijeron que estaban de parranda. Fue la última vez que vio a Carlos. La siguiente vez que vio a sus hijos fue cuando estaban colgados en la plaza. Mientras me contaba esto, me mostró una de las tres fotos que tenia de sus hijos y me señalo a cada uno de ellos. Cuando me señalo a Carlos me sentí extraño, era a quien me enfrente y a quien desmembré.

Después de esta visita me fui del pueblo. Esta historia se divulgo por todo el mundo (omití algunas partes que me hacían ver algo...amarillista), Un año después, hace veinte en este momento, volví con unos colegas investigadores al lugar de la historia. Los agricultores cosechaban su parcela y Doña Victoriana había muerto, había tomado un frasco de herbicida que robo a su hermano  un campesino del pueblo y lo tomo de un sorbo, segun me contaron. Fuimos a buscar los restos de los hermanos especialmente de Carlos pero inútil fue nuestra búsqueda, ya que no encontramos nada cuando fuimos en búsqueda de las 3 tumbas. Pero en alguna parte, en los cerros de aquel olvidado lugar, esperan impacibles el dia del tremendo juicio, 2 de ellas ocupadas y una vacia.