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Leía mientras el tren avanzaba por la llanura rumbo a Galicia un pueblo pegado a la sierra. De vez en cuando hago viajes alrededor del mundo en busca de lugares y sucesos misteriosos, unas dos o tres veces al año de hecgo. En esta ocasión no salgo del país y viajo a doscientos kilómetros de mi ciudad, Guadalajara, a este lugar que ha acaparado las portadas en las revistas esotéricas y de misterio.
Era junio y el temporal de lluvias empezaría de un momento a otro pero me quedaría máximo dos semanas, mínimo una en aquel lugar. Deje rápidamente Pedro Páramo par leer el resumen de los acontecimientos de Galicia, esto después de que anunciarón que llegábamos en 2 paradas. Se trataba de una autentica historia de terror que había comenzado dos años antes: era abril de 1988 y en la comandancia de la policía del pueblo se encontraban tres hombres de veinticinco años y afuera de esta un grupo de unas treinta personas arrojando piedras a la fachada. Algunos hombres traían armas. Querían que les entregaran a los hombres de adentro para matarlos. Uno de los acusados llamaba José otro Ricardo y el otro Carlos. Los acusaban de haber violado y asesinado a dos muchachas de 15 años que aparecieron muertas en la cumbre de una colina, entre unos arbustos secos y con la cabeza destrozada con lo que dijeron fue una piedra. Cuando consiguieron sacarlos de la comandancia los colgaron en un árbol en la plaza, no sin antes golpearlos hasta el cansancio con piedras, ladrillos y todo lo que tenían a la mano; cuando les pusieron la soga estaban prácticamente muertos y cuando ya estaban muertos la policía quizo descolgarlos pero de nuevo lo impidieron los pobladores. Después de tres días los verdugos decidieron descolgarlos y enterrarlos pues empezaban a apestar, pero no los enterrarían en el cementerio si no que se los llevaron a un cerro y cavaron 3 tumbas verticales de unos cincuenta centímetros de ancho y 3 metros de profundidad, los sepultaron cabeza abajo y disimularon toda señal de que habían sido enterrados, para que nadie supiera nunca de la existencia de aquellas tumbas. Deje de leer mi expediente porque había terminado el viaje. El objetivo de mi viaje era reunir indicios o evidencias de las crónicas que los lugareños cuentan desde que pasaron los sucesos antes narrados. De vez en cuando le envió algunas investigaciones a la UdeG y de estas algunas las publican. Las calles eran angostísimas en el pueblo, por eso los carros, los pocos carros, se quedaban en la periferia. Parecía un pueblo del viejo oeste estadounidense al estilo mexicano: Las viejas casas derruidas eran de adobe , ladrillo y carrizo y estaba rodeado por un gran anillo de cerros y colinas. Los habitantes de dicho lugar estaban pasando de la vestimenta rural a la antigua moda urbana. Mi presencia no paso inadvertida conforme avanzaba por el empedrado las miradas se distraían del tejido de lana, el balón de fútbol, los valeros, la baraja en las cantinas y la ausencia senil. Pasada la primera impresión todos continuaban con su rutina. Pregunte por una posada o un hotel y me dieron la dirección de una casona donde rentaban cuartos. Me dieron, mejor dicho escogí, un cuarto casi victoriano pero era agradable había unos veinte cuartos y había solo nueve ocupados. Me familiarice con el lugar y tome un descanso. Seguí leyendo mi expediente.
Era junio y el temporal de lluvias empezaría de un momento a otro pero me quedaría máximo dos semanas, mínimo una en aquel lugar. Deje rápidamente Pedro Páramo par leer el resumen de los acontecimientos de Galicia, esto después de que anunciarón que llegábamos en 2 paradas. Se trataba de una autentica historia de terror que había comenzado dos años antes: era abril de 1988 y en la comandancia de la policía del pueblo se encontraban tres hombres de veinticinco años y afuera de esta un grupo de unas treinta personas arrojando piedras a la fachada. Algunos hombres traían armas. Querían que les entregaran a los hombres de adentro para matarlos. Uno de los acusados llamaba José otro Ricardo y el otro Carlos. Los acusaban de haber violado y asesinado a dos muchachas de 15 años que aparecieron muertas en la cumbre de una colina, entre unos arbustos secos y con la cabeza destrozada con lo que dijeron fue una piedra. Cuando consiguieron sacarlos de la comandancia los colgaron en un árbol en la plaza, no sin antes golpearlos hasta el cansancio con piedras, ladrillos y todo lo que tenían a la mano; cuando les pusieron la soga estaban prácticamente muertos y cuando ya estaban muertos la policía quizo descolgarlos pero de nuevo lo impidieron los pobladores. Después de tres días los verdugos decidieron descolgarlos y enterrarlos pues empezaban a apestar, pero no los enterrarían en el cementerio si no que se los llevaron a un cerro y cavaron 3 tumbas verticales de unos cincuenta centímetros de ancho y 3 metros de profundidad, los sepultaron cabeza abajo y disimularon toda señal de que habían sido enterrados, para que nadie supiera nunca de la existencia de aquellas tumbas. Deje de leer mi expediente porque había terminado el viaje. El objetivo de mi viaje era reunir indicios o evidencias de las crónicas que los lugareños cuentan desde que pasaron los sucesos antes narrados. De vez en cuando le envió algunas investigaciones a la UdeG y de estas algunas las publican. Las calles eran angostísimas en el pueblo, por eso los carros, los pocos carros, se quedaban en la periferia. Parecía un pueblo del viejo oeste estadounidense al estilo mexicano: Las viejas casas derruidas eran de adobe , ladrillo y carrizo y estaba rodeado por un gran anillo de cerros y colinas. Los habitantes de dicho lugar estaban pasando de la vestimenta rural a la antigua moda urbana. Mi presencia no paso inadvertida conforme avanzaba por el empedrado las miradas se distraían del tejido de lana, el balón de fútbol, los valeros, la baraja en las cantinas y la ausencia senil. Pasada la primera impresión todos continuaban con su rutina. Pregunte por una posada o un hotel y me dieron la dirección de una casona donde rentaban cuartos. Me dieron, mejor dicho escogí, un cuarto casi victoriano pero era agradable había unos veinte cuartos y había solo nueve ocupados. Me familiarice con el lugar y tome un descanso. Seguí leyendo mi expediente.
No había servicio de comedor en el lugar por lo que salí por la noche a buscar un puesto de comida En la plaza había un lugar donde hacían comida típica. Después internarme en los cerros y las colinas, iría en busca de tres tumbas y tres cadáveres. Terminando de cenar me dirigí a la estación de policía y pase por la plaza donde había unas cinco personas y me encontré con la estación cerrada y ni un gendarme a la vista. Mejor me fui a dormir. Al día siguiente la comisaría estaba abierta y un oficial me llevo con el teniente.
-Soy investigador de la universidad de Guadalajara y vengo a investigar el caso de las visiones de los pobladores me puede facilitar información señor..
-Arteaga, Carlos Arteaga.
-Teniente Arteaga puede darme la información que le pido...?
-Bueno antes que nada me gustaría saber que clase de investigaciones hace usted -dijo el teniente mientras se reclinaba en su silla.
-Bien, de todo tipo -dije-, pero me interesa desenmascarar y descubrir los mitos y creencias absurdas que se cuentan por hay...
Me miro y con un gesto de evaluación continuo;
-Debo decirle que yo no creo en todas esas tonterías de los fantasmas, yo creo que es algún ladrón que trata de asustar a los ganaderos y así por robarse el ganado que dejan
-Y entonces los animales muertos, salvajemente cercenados -Interrogue.
-Es algo que aun no he podido esclarecer.
Me contó la historia casi como el reporte que yo había leído hace un rato salvo por aclarar que el había llegado un mes después de los asesinatos y por lo tanto el me contó lo que a el le habían contado.
-Bueno es todo lo que necesito, solo quería corroborar la historia.
-Y que piensa hacer ahora, ¿volverá a la capital?
-No para nada quiero ir a recorrer los cerros en busca de las tumbas, solo pediré una referencia de alguien que sepa del lugar ya que creo que nadie desea acompañarme.
-Yo lo llevaría si supiera pero no es así he recorrido todos los cerros en varias ocasiones y nunca he visto nada de tumbas ni de muertos salvo los animales además debo estar en la estación toda la semana.
-No hay problema-concluí.
Me despedí del policía y me dirigí a mi improvisada dirección analizando lo que había averiguado sobre el caso.
El asunto estaba así, después de los asesinatos de las niñas y las ejecuciones de los asesinos los habitantes del pueblo enterraron los cadáveres en una colina de la sierra y borraron las señales del entierro. Unos meses después los ganaderos que llevaban a pastar a sus animales al cerro reportaron que habían visto que su ganado estaba siendo devorado por algún depredador. En una ocasión un grupo de granjeros se dirigieron armados en búsqueda de dicho animal para que dejara de devorar a sus reces. Volvieron unas horas mas tarde corriendo como alma que lleva el diablo y algunos estaban heridos. Relataron que habían visto como Carlos uno de los hombres ejecutados, los atacaba con rabia y había matado a golpes a un capataz que los guiaba. En los meses que siguieron hasta el día de hoy han sido atacadas varias personas y se ha perdido mucho ganado. La gente del pueblo piensa que es una maldición que el demonio ha poseído el cadáver del muertito para atormentarlos. En lo personal creo que es posible que haya zombis como se los conoce a los muertos vivientes, esto debido a experiencias que han tenido algunos colegas en otras partes del mundo, como Haití y Riga. Lo seguro es que la gente ha dejado de caminar por los cerros y colinas y hay pocos valientes que se aventuran a hacerlo.
Decidí adelantar mi salida prepare todo lo necesario para mi recorrido, estaría dos o tres días haya en lo que recorro todo el cinturón de cerros. Prepare mi ropa, un cuchillo, mi casa de campaña, un cuchillo utensilios, mi cámara y mi arma, un fusil MP-40 un arma muy poderosa para un civil pero me gustaba llevarla en mis excursiones y utilizarla para la caza, aunque debía cuidarme de la policía. Partí a las dos de la tarde del miércoles y esperaba estar de vuelta el sábado por la tarde o la mañana. Subí por una vereda que ascendía hasta llegar a unos cincuenta metros desde hay se podía ver muy bien el pueblo entero y tome unas fotos. A parte de mi investigación sobre los mitos populares pensaba tomar algunas fotografías de la fauna y la flora del lugar así como del pueblo y sus paisajes para el libro de un amigo sobre la geografía nacional. El cielo estaba nublado lo que me permitió avanzar rápido aunque me costaba trabajo hallar un camino entre los matorrales secos y altos ya que no había veredas marcadas por el constante pasar de caminantes. Descendí en una colina que me bloqueo la vista del pueblo y no volvería a ver dicho paisaje hasta que culmino mi viaje.
La noche llego y tuve que hacer mi primer campamento debajo de una gran pared de una roca abrazada por viejas raíces de árboles gigantescos. Cace un conejo y lo prepare para mi cena. El lugar era muy bueno ya que se observaba una caída de rayos a lo lejos y la inclinada piedra me cubriría de la lluvia por si caía. El disparo de mi rifle ahuyento a los animales de la zona y se oía apenas el silbido de unos grillos. Me quede mirando al cielo después de la cena y me venció el sueño, poco después desperté y me envolví en mi casa de campo, después de apagar la fogata. Me desperté a las siete de la mañana y comí lo que había quedado del conejo y partí a las ocho. Por el camino encontré algunos esqueletos de vacas y a unos quinientos metros de mi campamento encontré un caballo que tenia poco de muerto. Presentaba múltiples contusiones y la cabeza estaba totalmente destrozada no se distinguían ni ojos ni boca, Tome fotografías y grabe una narración de cuatro minutos sobre lo que veía. En el camino que siguió se percibía el olor putrefacto de otros animales muertos. Entonces era cierto lo de los animales. Una sensación de miedo irracional que percibí vagamente me hizo prepararme para algo que esperaba inconscientemente. Saque mi fusil y llene los dos cargadores que traía conmigo y anduve un tramo de mi camino con el arma en mis manos y el dedo en el gatillo, que se separa en algunos momentos para tomar fotografías o beber agua. Me sentía como un soldado en Vietnam, buscando o siendo acechado por el enemigo. Llegue a una barranca de unos veinte metros de altura y tome unas fotos del paisaje que contribuía a formar. Cuando termine me voltee para seguir caminando y de pronto sentí que algo sujetaba mis pies intente zafarme y conseguí caer de espalda y rodar a lo largo de la barranca que me golpeaba en cada vuelta que daba.
Desperté a las cinco de la tarde estaba en el fondo de la barranca con cada parte de mi cuerpo adolorida. Mi vista estaba nublada y no podía ver a mas de cincuenta centímetros voltee hacia atrás y solo vi a una flor blanca y en el fondo solo distinguía una mancha difuminada del color de la tierra seca y de plantas marchitas. Poco a poco me recupere hasta ponerme en pie y buscar las cosas que había tirado durante la caída. Encontré la mochila con mi tienda y mi rifle a unos metros recordé que algo me sujetó y rápidamente me dirigí a la cumbre de la barranca apuntaba el cañón hacia adelante. Llegue a la cima y no había nada mas que ramas secas que crujían a cada paso que daba baje el arma y me dedique a buscar huellas o marcas en el suelo solo había algunas ramas aplastadas por mis pasos descubrí la raíz de un huisache que estaba a un lado de donde estaba yo, entraba y salía de la tierra como la agarradera de una canasta. Me sentí aliviado y avergonzado de que esta raíz me hubiera derribado sin siquiera moverse. Camine un poco después de este incidente. Pero no pude mas que unos cincuenta metros y decidí acampar hay.

Mi cuerpo se paralizo por un momento cuando a lo lejos vi una figura que se movían torpemente dirigiéndose a la espesura del cerro. Iba casi corriendo, en un momento pensé que me acerque demasiado ya que podía escuchar los sonidos que emitía. Era una combinación indescriptible, la compare con la voz que emitía el señor Valdemar en el cuento de Poe, pero no era articulada ninguna palabra solo eran ruidos que salían de sus cuerdas vocales al contraerse. El ruido seso. Los pasos se detuvieron y yo di dos más antes de percatarme de esto. Empuñe mi arma pensando que me había descubierto. Estuve así por uno cinco minutos, después de estos, me di ánimos para avanzar un poco, me dije a mi mismo -No seas tonito seguramente lo perdiste y te estas atrasando mientras el se aleja mas de ti. Avance y di solo diez pasos cuando volví a detenerme en seco. Esta vez había una causa muy sólida. En el suelo, delante de mí, estaba el cuerpo de un hombre desnudo cubierto por toda clase de mugre, tierra, lodo y demás. Estaba de espalda tendido en un charco de lodo de donde salían algunos juncos. Debe ser un hombre herido que corría creyendo que le perseguía, pensé mientras tomaba unas fotografías. Solo decidí actuar después de unos minutos y lo hice pensando que si no lo ayudaba moriría.
-Necesita ayuda.-Dije varias veces, pero no obtuve ninguna respuesta. Pensé en moverlo y así revisar sus heridas. Cuando lo voltee me di cuenta que no podía haber corrido con las lesiones que tenia. Su corazón no palpitaba, tenia una marca de ahorcamiento en el cuello y su cabeza tenia varias heridas. De reojo me figure ver su cerebro y cuando lo examine vi que había gusanos moviéndose. Tuve un impulso de vomitar. Pero algo estaba mal. A pesar de esto y que obviamente estaba muerto y en descomposición no había olor, los cadáveres desprenden un olor inconfundible y yo lo conocía pero este hombre no lo tenia solo percibía el hedor que desprende el lodo después de un tiempo que no se seca. Pensé en amarrarlo y llevarlo conmigo al pueblo pero estaba demasiado pesado. Seguí pensando mientras le tomaba fotos. Colgué la cámara en una rama para poder hacerlo. Lo ate de pies y manos y lo amarre a un árbol con una soga. Quería tomarle fotos y si era posible un video de el en movimiento. Cuando creí que estaba bien sujetado tome mi arma y lo golpee tan fuerte como pude con la culata. Después le arroje piedras y no pasaba nada. Su piel se rasgaba y se cortaba como cualquier otra pero no sangraba. Lo patee y le pegue con mis manos con todas mis fuerzas. Era como golpear a un cerdo o algún animal muerto. Sus facciones estaban perdidas en la mascara retorcida que le hicieron cuando lo mataron pero en parte se distinguían. Había sido un joven de unos veintiocho años blanco y tenia una nariz respingada. Hice todo cuanto pude y no había ningún resultado. Decidí esperar a ver si sucedía algo. Pensé en acampar pero no me gustaba la idea de dormir junto a el. Espere sentado un rato y luego deje mis cosas ahí salvo mi cámara y mi fusil y fui a tomar unas fotos a un peñasco que vi atrás. Mientas estaba tomando las fotos a unos cien metros de distancia escuche unos alaridos y corrí inmediatamente al lugar conforme avanzaba escuchaba cada vez mas los sonidos mas a lo lejos. Cuando llegue las cuerdas estaban rotas e inmediatamente emprendí la búsqueda en varias direcciones pero no le vi más. Recogí mis cosas y busque un lugar para acampar. Cuando recogí mis cosas percibí un olor pútrido que me recordaba a muerte. Llegue a la cúspide de una colina en donde había un encino perenne. En las faldas de esta había un pequeño rió que se iba haciendo mas ancho a lo lejos contrario a la perspectiva. Había rocas que parecían haber sido puestas en orden para que las personas pasaran pero por debajo eran enormes y no creo que alguien pudiera moverlas. Deje mis cosas arriba y baje para secarme el sudor y limpiar mis botas. Eran las cinco de la tarde pero el cielo nublado quitaba un poco de claridad. De manera que el ambiente cerca y lejos estaba en una tonalidad sepia. Me limpie las botas que traían como un kilo de lodo cada una. Me limpie la cara y cuando estaba inclinado en la orilla del lago mi cara se reflejaba en el agua cristalina y en la otra orilla vi la silueta ondulante del hombre que me miraba fijamente.


Sin perder tiempo arrastré el cuerpo a la tierra. Fui a recoger mis cosas a donde las había dejado y de entre ellas saque mi cuchillo y con este desmembré el cuerpo en cada articulación y coloque los restos en un viejo costal que encontré tirado. Conforme avanzaba, por el camino fui dejando los restos lo mas separado que pude, la cabeza la tire al rió, las manos las enterré en las guaridas algunos osos hormigueros. Así fue que llegue al pueblo a las doce de la noche, aunque llegue por el lado opuesto a donde salí. Al siguiente día me desperté a las dos de la tarde. Había perdido el único camión que me llevaba a la estación de trenes así que después de bañarme. Fui al centro del pueblo por una comida digna, casualmente en la fonda encontré al teniente Arteaga comiendo y tuvimos una charla de la cual resulto un dato que no sabia; los hombres que fueron asesinados y a los cuales busque eran hermanos.
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Después de esta charla con el policía, me dirigí a la casa de la señora Victoriana Moran, madre de “Los Moran”, como eran conocidos los ejecutados. La casa de la familia era un cuarto de cuatro por tres metros o lo que quedaba, pues según me dijo unos sobrinos suyos se quedaron con la mayor parte de la casa que media unas veinte veces mas. Era una mujer grande de unos sesenta años, y hablaba de forma confusa y agresiva. De lo que saque de la entrevista, me dijo que su esposo había muerto hace un año de una picadura de cascabel. Me reitero en varias ocasiones que se había cometido una injusticia con su hijo. Solo lo decía por Carlos que según ella no tenía nada que ver con los crímenes.
-Los otros cabrones se lo buscaron, pero el no hizo nada.

Después de esta visita me fui del pueblo. Esta historia se divulgo por todo el mundo (omití algunas partes que me hacían ver algo...amarillista), Un año después, hace veinte en este momento, volví con unos colegas investigadores al lugar de la historia. Los agricultores cosechaban su parcela y Doña Victoriana había muerto, había tomado un frasco de herbicida que robo a su hermano un campesino del pueblo y lo tomo de un sorbo, segun me contaron. Fuimos a buscar los restos de los hermanos especialmente de Carlos pero inútil fue nuestra búsqueda, ya que no encontramos nada cuando fuimos en búsqueda de las 3 tumbas. Pero en alguna parte, en los cerros de aquel olvidado lugar, esperan impacibles el dia del tremendo juicio, 2 de ellas ocupadas y una vacia.