sábado, 26 de febrero de 2011

SABINAS


En el pueblo se rumoraba que Carlitos había matado a su madre unos años atrás, pero nadie lo comprobó y ni siquiera se molestaron en hacerlo, pues tanto lo sospechaban, como lo dudaban y preferían seguir rumorando. El nunca había hecho daño a nadie en publico. Y ¿Porque  habría de hacerlo? Quizás el hecho de que sus facultades intelectuales fueran similares a las de un infante en la etapa del kinder garden lo justificaría. Desde que nació, su cerebro quedo tullido, por algo que le heredo su padre, que tenia una vida parecida a la de su vástago. Por algunos de los años de perdición que tuve en mi vida, lo frecuente mucho, y nos pasábamos largas noches teniendo conversaciones totalmente incoherentes, el hablando así  por su limitada  capacidad de comprensión y yo por los estragos que producían en mi razón, los vapores alcohólicos. También muchas noches dormí en su casa , única herencia familiar y único valor que poseía Carlitos.
Si alguno de ustedes visito Sabinas, de los últimos 6 años del siglo 19 al onceavo año  del 20 quizás vieron caminar por sus empinadas y/o angostas  calles a Carlitos y si no lo recuerdan, les ofrezco la descripción del mismo pues esta es especial y no he  visto a otra persona que comparta las características de este personaje. El niño nació pesando 5 kilos y conforme aumentaron sus inviernos se tornaba mas ancho y  pesado , hasta que, al alcanzar los 20 años pesaba mas de cien kilogramos. Esto lo pude suponer en una ocasión en que estando en el mohoso matadero de su casa  y al subirse a la pesa de gancho, donde pesan a los cerdos,  esta  cayo con todo y la biga que le sostenía. Esto claro era visible en su voluminosa figura, el estomago  era enorme, los brazos y las pernas también, las espalda también había crecido hacia el atrás casi tanto como la panza. Esto hacia que la cabeza pareciera hundida y los brazos más cortos. Por si fuera poco tenía una joroba  que hundía mas su cabeza hacia el frente y en esta lucia siempre una barba que simulaba tierra o mugre y que  yo me compadecía al cortar de vez en cuando. Sus ojos debido a la postura de la cabeza,  hacia parecer que siempre estaba enojado o acechante, y esta mueca no se desvanecía ni con las sonrisas permanentes que  emulaba. Por este sobrepeso caminaba  lento y arrojando los pies por delante  a cada paso , con un mal calculo de la distancia ya que no podía verlos.
Como el joven no tenia idea de lo que era los sistemas comercial, industrial y de servicios, no entendía que debía  trabajar para subsistir. Pero su madre batallo todos los días para educar a su hijo en este sentido y lo que consiguió  fue suficiente para garantizarle la subsistencia.
En 1910 surgió entre los pobladores de Sabinas y sus vecinos de Allende   una disputa por cierto asunto de tierras que pobladores de ambos municipios reclamaban. El asunto se calentaba con el desinterés que mostraban las autoridades ejidales. Los pobladores se desafiaban mutuamente,  luego comenzaron a atacarse con sus herramientas de trabajo y unos cuantos de los confrontados murieron a pico o machetazos, hasta que algunos soldados que querían ganar terreno  frente a los revolucionarios, aplicaron ley marcial en la comarca y los enfrentamientos se disiparon. Pero en los pobladores de ambos municipios surgió un cierto rencor hacia los vecinos y estos trataban de entrar en los terrenos de los otros. Este problema duro aun después de que Carlitos muriera. 
Hasta eso que  Carlitos entendía el sistema de trueque o por lo menos lo usaba bien  para ganar algo de comida preparada o víveres. Y lo que daba de intercambio  por estos eran diferentes frutos, verduras o semillas que robaba de los sembradíos de los vecinos allendenses. Estos últimos ya fuera por lastima, o caridad nunca le dijeron nada  sobre este punto y esto a pesar de que Carlitos iba diario a los sembradíos, y a diferentes partes. Podría vérsele en; Nava, Rosita o Juárez  y otros lugares, que tardaba en recorrer a veces todo el día y solo se le veía en el pueblo cuando repartía la cosecha entre sus conocidos.

♣♠♣


Un día, un día de julio, lluvioso y deprimente, me encontraba tirado en una de las entradas al pueblo, empedrada e inclinada, y vi como se dibujaba poco a poco , sobre la cima de la colinita que formaba la calle, la figura de mi amigo. Se dibujo lenta y claramente sobre el fondo nublado que se posaba sobre el pueblo. Me sentía desorientado, pero me di cuenta de que era demasiado temprano para verle a estas horas, y tambaleándome me puse en pie para esperar a que llegara al punto donde me encontraba. Como generalmente, hablamos algunas cosas ininteligibles que termine interpretando como una invitación y tome las pocas cosas que llevaba conmigo y le seguí hasta llegar a su casa. Durante el camino nos deteníamos gradualmente a  dejar los frutos que Carlitos llevaba en su carreta. Note que estaba mas llena que de costumbre, pues la lona que cubría su contenido estaba ocultando una especie de bulto, mas dado mi estado en aquel entonces, no le preste mayor atención. También vi que estaba mas pesada pues el tosco conjunto musculoso del hombre se tensaba mas al levantarle, por lo que pensé que había tenido una buena cosecha. Llegamos a la casa por la tarde y lo primero que  hice al llegar fue a tirarme  a un rincón que me servia de catre cada que dormía en aquel lugar. Me dormí, no sin antes distinguir entre el conjunto de sonidos rurales, el golpeteo incesante de pequeñas gotas, en el tejado de madera y tejas así como la sombra de Carlitos que se reflejaba en una pared de adobe, donde se había sumado la silueta de la carretilla de mi amigo, que la jalaba de espaldas.

♠♣♠

Desperté casi a la medianoche con los ojos hinchados y la cabeza palpitándome con brusquedad. El hambre se había agudizado y tenia mucha sed. Como no había mucho que comer o beber decidí ir con Carlitos, para que me acompañara a cortar plátanos del sembradío domestico de su vecino, mientras avanzaba con una gran similitud a la forma de Carlos; arrastrando los pies y con el pensamiento ocupado en otro asunto.
La casa de mi amigo, era un gran rectángulo con muros de adobe, ladrillo y otros materiales duros, con techo de paja, tejas y bóveda firme en solo unos cuartos. Tenia ya una antigüedad notable y los materiales con los que fue construida terminaban ya de perder consistencia. El traspatio, que era una forma irregular, desprovista de todo toque ornamental y cuya única  utilidad era la de albergar a los mosquitos y las ardillas que infestaban la colonia. También había unos árboles frutales , principalmente platanales, que habían nacido a raíz de la caída de algunos frutos de los árboles vecinos, pero que casi no florecían a causa dela ausencia de riego y otros cuidados que deben dárseles. También había otros árboles y arbustos espesos, que dejaban poco espacio libre.

La lluvia había arreciado un poco desde que me dormí y ya había goteras en el techo de la humilde casa, que caían en mi cabeza y hacían que mis sentidos se despertaran.
Deambule por la casa  que resulto estar vacía.  Por lo que supuse que Carlitos no estaba. Debió salir y quedar atrapado en la tormenta, pero me extraño ya que a parte de que no era una tormenta fuerte, este disfrutaba de caminar y lo que dentro de sus capacidades puede llamarse “correr” mojándose en las tormentas.
Iba caminando en la parte trasera de la casa, aun algo atontado por mi reciente despertar y los efectos de satisfacer a mis vicios, cuando pase por una ancha  y desgastada ventana sin vidrio o fibra y con el marco escarapelado en su mayoría y creí distinguir una figura humana, grotesca y  ancha a la luz de un rayo que había golpeado alguna superficie cercana. Sin duda era la de Carlitos. Enfoque lo mejor que pude la vista, pero mis ojos me pedían clemencia y descanso. Aun así distinguí que estaba haciendo algo que no alcanzaba a entender. Estaba hincado y su voluminoso cuerpo se contoneaba hacia todos lados. Mientras tanto yo me apresure a salir pero me detuve  unos pasos delante de la puerta, ya que la lluvia había aumentado su intensidad. Naturalmente yo había pasado muchas experiencias de este tipo en mi vida de vagabundo, por lo que avance en seguida  cubriéndome con las manos. Mientras me acercaba iba llamando a Carlitos para que entrara en la puerta, mas este no hacia caso y también emitía sonidos, que no eran palabras, si no mas bien gemidos  y cosas por el estilo. Llegue  en unos segundos  y no pude menos que lanzar una maldición al ver la  horrible escena. En el suelo  mojado y, por lo visto, poseído por un demonio, estaba Carlitos y debajo de el estaba una jovencita que no había hecho el menor movimiento.  Carlitos estaba abusando de ella. Lo pensé  dadas las circunstancias  en las que se desarrollaba la escena y el salvajismo que mostraba Carlos, que no se detuvo aun cuando yo estaba presente. De que descubrí aquel acto a que tire  con todas mis fuerzas, de espaldas a Carlos paso solo un instante. Cayo pesado en un charco que se había formado en la tierra y salpico a una buena distancia. Para ese momento ya estaba yo totalmente empapado y poco me importaba el estarlo mas. Inmediatamente después de mi última acción, me apresure a revisar a la joven que yacía inerte en el piso. Poco tiempo me llevo el darme cuenta de que estaba muerta y no atine en saber  si había muerto hace poco o ya tenia tiempo, pues el frió de aquella noche nos mantenía a todos con la temperatura reglamentaria de un cadáver. Aun así aplique algunas técnicas de primeros auxilios que mi padre, que era medico, me había enseñado en la juventud. Pero fue inútil. Voltee enfurecido y confundido a la vez hacia donde estaba  Carlitos, el cual,  apenas había cambiado la  posición que había adquirido al desparramarse y que me miraba  ausente,  cubriéndose de la lluvia de la misma forma que yo había hecho unos minutos antes. ¿Que hiciste?, le preguntaba vociferando enfurecido a lo cual solo recibía por repuesta la misma sonrisa idiota, que me dirigía al  contarle un chiste o hacerle una gracia. Corrí por una de las dos lámparas que daban iluminación a la casa  y lo acerque al cuerpo de la  muchacha. Creí reconocerla pero la oscuridad aun era dominante. No tenia marcas de golpes ni moretones, a pesar de que vi como Carlitos la agitaba bruscamente. Tampoco hubo rigidez postmortem y, como esta viene unas horas después de la muerte, supuse que esta vino y se fue antes de que la descubriera en las garras de Carlos. Aquello significaba que  la haba asesinado no menos de 10 horas antes, y entonces recordé la visión que había tenido cuando nos dirigíamos a la casa, la carretita pesada  cuyo contenido se abultaba. El pobre idiota anduvo por todo el condado con el cadáver de la joven. Suerte fue que no le descubrieran en alguna de sus paradas. Pero en esos momentos deseaba que lo hubieran hecho, así no me encontraría en esa encrucijada de pensar que era lo siguiente que haría o haríamos. Por un lado me decía a mi mismo que este  infeliz debía pagar por el horrible crimen que había cometido. Pero por otro lado me decía que no sabia lo que hacia y que hacerle pagar por eso solo seria terminar con otra vida inocente. Quizás mas culpa  tendría yo, porque, aun que me apene decirlo, varias veces de intoxicación que pase en la casa de Carlitos,  lo hice en compañía de una mujer, una prostituta  del pueblo que cobraba barato y cuyo trabajo era  observado por Carlitos con una detenida mirada. En mas no encuentro ninguna explicación de como el individuo  aprendió el procedimiento  del acto sexual y que lo hiciera de aquel modo tan aberrante. Como ya era tarde cuando descubrí esta escena no paso mucho tiempo cuando apareció el sol en el cielo que estaba cubierto por gruesas nubes que  impedían el alumbrado natural del paisaje. Junto con esto, seguía lloviendo y mucho. El ruido del choque  de las gotas  con el techo de la casa era ensordecedor y ya teníamos ya agua en nuestros pies. Carlos se había quedado dormido en una cama destartalada que no estaba lejos de derribarse debido al peso que sostenía y  yo mientras tanto seguía pensando en que iba a hacer. Ya estaba concluyendo mi discernimiento. Pensé en ocultar el cuerpo de la muchacha en algún cerro, para que no lo encontrara nadie. Aprovechando que la lluvia era intensa y la mayoría de los pobladores no saldrían de sus casas, desperté a Carlitos e hice que me ayudara a subir el  cadáver de la joven a la carretita en la que lo había transportado el día anterior. Nos cubrimos bien con  todo lo que nos pudiera proteger un poco de la tormenta. Parecía que no recordaba nada. Me hablaba de diversos asuntos como lo hizo siempre y se reía de vernos mojados completamente. Caminamos  por media hora por las calles empedradas, que se habían convertido en ríos poco profundos que arrastraban la arena que compactaba el empedrado y lo llevaba a la parte mas baja del pueblo. Ya no había una sola parte de nuestros cuerpos que estuviera seca y al poco rato quedamos al pie de una colina que era precedida por una larga fila de hermanas, que estaba cubierta  de árboles altos y esponjados. Por esta razón no pudimos llevar la carreta en el resto del camino así que, la ocultamos a un lado del sendero  y  puse en el hombro de Carlos el cadáver de la muchacha que no le representaría un gran esfuerzo  el transportarla. Yo tome una pala que había llevado y nos introdujimos en aquel pantano, que nos hacia muy difícil el camino debido al lodazal que  había creado la lluvia.
Salimos de la parte mas baja del terreno y entramos en una parte mas sólida, donde por lo menos pudimos  caminar con bastante lodo en nuestros zapatos, pero sin hundirnos  en la tierra. Toda la ropa que creímos nos iba a cubrir del agua nos había hecho mas difícil el avanzar y yo iba tirando alguna de esas prendas por el camino.
Carlitos  caminaba delante de mi y se encontraba en el estado de siempre aunque  balbuceaba algunas palabras que repitió por todo el camino, que expresaban su alegría por estar mojándose de pies a cabeza. El paso que llevábamos era lento, ya que  mi amigo avanzaba con su característica  forma parsimoniosa y yo no podía evitar desesperarme ante tal lentitud. Después de un largo rato  de caminata incesante siendo  flagelados por la lluvia intempestiva, llegamos a un terreno en declive el cual terminaba justo frente a nosotros en una pequeña barranquilla que no era mas alta de lo que resultaba sumar mi altura dos veces, pero que era peligrosa por que toda el agua que caía sobre la colina caía por ese lugar en el que nos encontrábamos, y arrastraba todo lo que su potencia le permitía, y ya en mas de una ocasión nos había golpeado  algún tronquito o alguna piedra, con el agua que nos llegaba a unos 6 centímetros en los pies  y  que se dirigían a las faldas  del cerrillo, para continuar con su travesía obligada.
Me gire rápidamente e indique a mi compañero que hiciera lo mismo. Así lo hizo mas cuando daba los primeros pasos uno de los troncos que arrastraba la corriente se coloco en medio de sus pies haciéndole perder el equilibrio. Dio varios pasos sin ningún orden y en todas direcciones  para intentar permanecer en pie, mas la corriente había demostrado una naturaleza destructiva y enemistante y  esta resbaladiza cualidad  provoco que Carlitos fuera  dar al suelo arrojando a cierta distancia a su lúgubre carga. El cayo y se quedo en esa posición por un momento, el agua le rodeaba y aunque era abundante  no tenia la meno posibilidad de moverle un palmo siquiera. No fue así con el cuerpo de la muchachita, que tan ligero como era, no  fue oponente para la salvaje fuerza del agua y callo por la barranquita sin que pudiéramos detenerle. En mis intentos por ayudar a mi compañero y estabilizar mis pies en el suelo, resbale y caí de cara en el lodazal que me dejo  café como el chocolate mas natural del pueblo, pero esto no duro mucho, pues al cabo de unos minutos la lluvia me había dado un vigoroso remojon que  borro cualquier rastro de este de mi cuerpo. Para nuestra mala fortuna, la pala se había zafado de mi mano y se había ido en la misma dirección que la joven. Para este momento Carlitos ya había reaccionado y estaba sentado en el suelo por lo que le pedí que  sostuviera uno de mis pies para que yo pudiera asomarme al fondo de la inclinación de la colina y así lo hizo.  Pude ver que  la joven yacía a unos seis metros de  nosotros y  su cuerpo no estaba en una posición de lo mas cómoda o decente pero el lodo la cubría en la mayor parte de su cuerpo.  Vi hacia los lados en el punto donde nos encontrábamos para buscar una forma  de bajar pero parecía que en el punto que nos encontrábamos se formaba una especie de balcón que a los lados de los pocos metros que abarcaba, se transformaba en una pendiente mas inclinada, llena de trampas y abundantemente resbaladiza. La pala  no estaba a la vista y aun si lográbamos bajar por el cuerpo de la muchacha seria un problema enterrarla en  aquel deslavado permanente. En el curso de mis apresuradas conjeturas, tenia mis manos apoyadas en el borde del corto precipicio, borde ancho y húmedo. En un momento sentí como caía al fondo debido a que uno de estos grandes trozos de tierra, humedecida hasta el limite y  debido a mi peso como segundo detonante, se precipito al fondo del cerro. Le grite a Carlitos que me jalara con todas sus fuerzas y en segundos estuve a varios metros del borde. Agitado y con  prisa ayude a mi amigo a ponerse en pie y en ese momento se me ocurrió una gran idea. No nos costaría nada de trabajo, pues la naturaleza que tan imposible nos había hecho el lograr nuestro criminal objetivo, seria la encargada de culminarlo.  Esto después de que vi en el lugar en el que estábamos  había unas grietas dispersas que tenían el suficiente potencial para hacer que aquel trozo de tierra se desgajara. Hice algunos tanteos y concluí que era lo mas seguro y que al caer el cuerpo de la muchacha quedaría sepultado tras gruesas capas de lodo. Para asegurarme de que así pasaría pedí a  Carlitos que me ayudara a hacer rodar sobre el sitio un gran tronco que estaba a nuestras espaldas y no sin varias caídas logramos hacerlo.

La tarde ya estaba entrada cuando logramos  aproximarnos al camino que  llevaba al pueblo, después de llevar a cabo las acciones que he descrito. La tormenta que no daba tregua, se había reabastecido  con gruesas  y oscuras nubes que apresuraban la  oscuridad de la noche, que tendría que llegar horas mas tarde, y ayudados por esto, caminamos hacia la casa de mi amigo. Llegamos a dicho lugar y de poco nos valió ya que esta estaba totalmente húmeda y el agua entraba por el techo, las ventanas y  todos los demás espacios, de modo que mi desgastada ropa de repuesto estaba completamente mojada. No había nada para comer en  casa y de nuevo cruce el patio, que estaba en las mismas condiciones que los cerros,  para robar algunos frutos de los árboles del vecino.  Luego de comerlos con prisa dormimos como pudimos, aun con hambre y  frió.
♣♠♣

El día siguiente fue uno de esos días en los que el estomago parece revolverse  generando una sensación  entre el dolor, las nauseas y demás malestares propios de una enfermedad infecciosa. Esto esta acompañado  de una sensación de tensión indefinida que nos hace ver todo lo que percibimos de una forma silenciosa y lenta. Seguía lloviendo. Nada comparado con el día anterior pero aun era lo bastante molesto, por lo menos para mi,  después del baño que me había dado en la víspera. Los  malos olores que  genera la humedad en las casas viejas, llenas de antiquísimos objetos, era insoportable allí adentro y las goteras se habían multiplicado en todos los cuartos.
Nos levantamos poco después de las nueve de la mañana,  un tanto tarde para el promedio y lo atribuí a el excesivo cansancio que había en nuestros cuerpos por la rutina pasada. En realidad Carlitos se levanto antes que yo y fue el con sus balbuceos y el intento por no hacer ruido el que me devolvió a la realidad. Ya he descrito mi estado de animo en aquellos momentos, en los que se fundían en  mi los sentimientos de remordimiento , angustia y culpa que había ganado gracias a mi entonces mejor amigo, que estaba tan despreocupado como en cualquier mañana y listo para empezar su dia ya que el no hacia tanto caso a la lluvia. Le oí alejarse seguramente a recoger su carretita con pasos pesados, que hacían explotar a los pequeños charcos de agua sobre los que golpeaban, mientras yo me sorprendía de mi mal olor personal y despegaba mis largos cabellos, todavía un poco húmedos, de mi cara desgastada por los años de vicio.
En esto estábamos entretenidos cuando escuche unos golpes huecos, tarde unos momentos en comprender que tocaban a la puerta y mi corazón dio un vuelco estrepitoso. Aunque estaba acostado me maree. Veía como el techo de tejas  giraba sobre mi. Los golpes eran cada vez mas sonoros sobre la puerta de madera bofa. Yo no podía levantarme y Carlitos no estaba a la vista y con seguridad el no escuchaba el sonido hasta donde estaba. Por fin, haciendo de tripas corazón, me puse en pie y abrí la puerta, esperando que un puñado de policías me saltaran encima y me llevaran a la cárcel. Si hoy la policía deja mucho que desear, en aquellos años  no podría llamársele policía de acuerdo con las leyes actuales y el trato que daban a los sospechosos o culpables era propio de la época de la inquisición.  Voltee hacia el patio y vi que por el pasillo que esta alineado justo al frente de la puerta mi amigo y hospedador se dirigía con su característico caminar.  Quite el rustico cerrojo y divise ante mi la figura de un hombre, un solo hombre que traía consigo de algo que yo conocía.

♠♣♠

El hombre era un campesino a toda vista y aunque su apariencia era de lo mas humilde, no rayaba  en lo desaliñado y la suciedad, ese limite que yo había pasado mucho tiempo antes. Carlitos parecía conocerle ya que en los instantes en que yo intentaba recuperar el aliento el había entablado una enrollada conversación que yo  no podía seguir y a la que el hombre, con mucha paciencia, respondía con una sonrisa a las mal pronunciadas palabras que le refería. Al instante me reproche semejante falla. ¿Como había podido olvidar la carreta? Me golpee a ambos lados de la cabeza en las sienes con la respectiva mano e hice un nuevo repaso por los detalles de nuestros actos en busca de errores. Recordé las prendas que había tirado en el camino y pensé en si era posible que alguien las relacionara conmigo pero concluí que era poco probable y además de esto parecía ser que ya no había mas fallas. De todas maneras desde aquel momento, en mis vagabundeos cotidianos, me acercaba a las cantinas del pueblo y de los pueblos cercanos para averiguar si alguna familia reclamaba la ausencia de la niña. Y al tercer día de mis pesquisas obtuve cierta información.
Resulta que la muchacha, que se llamaba Ana, era muy conocida por los hombres de aquellas cantinas ya que las frecuentaba mucho, aunque no tomaba. Yo la conocía y solo entonces tuve un sentimiento  mayor de arrepentimiento. Era una joven coqueta que gustaba de acompañarse de hombres mayores y a la que había visto en muchas cantinas a horas poco comunes para una señorita. Más de algún muchacho se adjudicaba el ser novio de la chica y a pesar de su mala fama, y como suele suceder, sus familiares la creían una dulce niña que solo salía a realizar los encargos que le hacían y a ayudar con las parcelas y el ganado de su padre. Por esta razón sus padres la estaban buscando por toda la comarca y traían consigo una buena  cantidad de amigos de la familia, pues no era normal que ella hiciera eso, y menos se acostumbraba que las muchachas se fueran con el novio y luego volvieran a pedir perdón a sus padres, como ahora se hace en los pueblos, si no que el procedimiento era totalmente inverso. Casualmente resulto que la joven era del vecino municipio de Hidalgo y empezaron a florecer las sospechas, por parte de los hidalguenses, de que la muchacha había sido raptada o asesinada por habitantes de Sabinas en un nuevo ataque de los que se lanzaban los unos a los otros. Para mi malestar, de nuevo volvió a ocurrir algo que vino a terminar con mi confianza y me hizo temer que nos dirigirían a la horca. Unos 5 días después de que enterramos el cuerpo de la joven Ana, un campesino de Sabinas que se dirigía a quitar la hierba de sus plantas, paso por el lugar donde debía estar el cadáver de la joven. Pero no estaba allí, sino 50 metros abajo con la mitad izquierda de su delgado cuerpo, ya en vías de la descomposición, sumergido en el lodo endurecido a falta de la lluvia  que se había alejado del pueblo después de la fuerte tormenta que nos había tocado vivir en todo el tiempo que duro. Inmediatamente dio aviso a la policía y a los minutos el lugar estaba lleno de curiosos y yo entre ellos. El estado de aquella pobre muchacha me remordió y a la vez me dio algo así como coraje hacia quien le hizo aquello, y mas que el que lo hizo ni siquiera lo recordaba. No hubo ningún estudio a fondo, ya que no había todavía técnicas de investigación y el agente encargado, un hombre quemado por el sol de pronunciado bigote camisa desabrochada a pesar del clima y notable educación castrense, solo hizo un análisis de las heridas y luego ordeno que entregaran el cuerpo a la familia para que lo enterraran inmediatamente.


♣♠♣

Parecía que dios entendía a Carlitos y me apoyaba en el intento de evitar que le castigaran por lo que había hecho. Esto lo pensé felizmente, después de  convencerme de que el investigador del caso era un completo incompetente que ni siquiera se dio cuenta que no había sido asesinada en aquel lugar y fallo completamente en el diagnostico de la causa de muerte, quedando convencido que le habían disparado en la cabeza. Con el cuerpo enterrado ya no habría ninguna pista que analizar y solo se dedicarían a interrogar a los misóginos de los alrededores. Desgraciadamente esto no quedo así. En los días posteriores al encuentro del cadáver, los familiares exasperados ante la ineficacia de las autoridades, se pusieron ellos mismos a indagar sobre el asunto. Al poco de investigar terminaron por convencerse de que alguien o algunos habitantes de Sabinas, eran los asesinos de su hija. Esto reavivo las antiguas querellas entre los dos pueblos y con esto las peleas y riñas colectivas, en las que nuevamente intervino el ejercito.  Pero nunca se aliviaron esas enemistades entre lo dos pueblos y aun los descendientes  actuales llevan esa  mecha detonante que se prende ante la mas leve provocación, voluntaria o involuntaria del pueblo vecino.

♠♣♠

Nunca se descubrió quien mato a Ana y como yo soy el único que lo sabe, les puedo asegurar que nunca se sabrá. Yo salí de aquel lugar unos meses después, al estallar la revolución y solo volví 20 años mas de tarde, ya como un profesionista entrado en la tercera edad. Años antes cuando regrese a la capital donde radicaba mi familia, mi madre ya había muerto y mi padre, chocho, me recibió como al hijo prodigo y me motivo a terminar mi carrera universitaria, medicina, cosa que hice y a los 36 años me gradué de la facultad, especializado en traumatología. Lo ultimo que supe de mi amigo Carlitos es que fue fusilado en Sabinas junto con otros pueblerinos, acusados de formar parte de la división del norte. Pero obviamente no fue así y esta acción solo fue una treta común de los militares para reportar  al presidente el  avance del ejército sobre los rebeldes.
Todavía recuerdo el cuerpo inerte de aquella niña, tan vilmente asesinada y me pregunto si en realidad la madre de Carlos corrió con la misma suerte.  Nunca he pedido ser santificado,  pero ruego a dios que tome en cuenta mi arrepentimiento y perdone mi participación en aquel ultrajo, del cual he podido escapar de la justicia de los  hombres.



No hay comentarios:

Publicar un comentario